El pop entendido por Pedraxe, la revelación madrileña
Perdidos en la noria de colores
Con su laboratorio de sonidos ultraalucinados instalado en Madrid, PEDRAXE es una de las manifestaciones más originales que nos ha proporcionado la generación Z pop en estos últimos tres años. Aunque con él hay que matizar la clase de ortodoxia pop en la que se enfoca. No en vano, por su turbina de desbrozamiento estilístico a lo largo de sus diferentes transiciones temporales, van cambiando los conceptos y maneras de enfocar la música. En el punto en que se encuentra, su mayor interés es unir géneros de difícil casación. Sin duda es la característica principal de este artista, tal como se comprueba en sus últimos singles, “DEJA DE SUFRIR” y “KOLORES”, cada uno su propio mundo cromático, único como una salpicadura de pintura. Él mismo lo explica: “Se me hace supernatural. A lo mejor meto algo que tenga que ver con el barroco en una música totalmente contemporánea. Si me siento flamenco, voy a hacer algo que tenga que ver con el flamenco. Si me siento más arraigado a mi tierra, haré algo más relacionado con el folclore. Si me siento más constructivo a nivel mensaje, igual salgo con algo más hardcore o punk. Voy oscilando en base a muchos factores que van viniendo”. O lo que es lo mismo: siempre partir de un propósito central, romper con lo establecido de una manera brutal.
Dueño de un directo concebido bajo la estética manga, PEDRAXE recuerda a una versión exageradamente kitsch de personajes como Vegeta, de “Bola de dragón”. Lo suyo es un festín carnavalesco en forma y fondo que tiene su origen en los estudios que cursó, porque empezó en la música desde que casi tiene uso de razón. Esos estudios incluyen desde su paso por el conservatorio para aprender piano y guitarra hasta su afición por tocar jazz y flamenco con gente del mundillo. “Cuando entré en el bachillerato de artes, comencé a producir mis primeras canciones”, comenta. “No tenía nada en casa para poder hacerlo, así que, entre el curro y casa, me iba a una Apple Store y me ponía a producir. Ya, a lo largo del tiempo, comencé a definirme como PEDRAXE porque quería sacar una línea de ropa que tuviera que ver con Kandinski”.
Fue durante la cuarentena de la pandemia cuando la metodología do it yourself, tan presente en aquellos meses de aislamiento, fructificó en un crisol de estilos casi indefinible, con asociaciones junto a figuras dominantes del actual panorama pop como rusowsky, pero, sobre todo, con Ralphie Choo, con quien ha compartido experiencias hyperpop y canciones como “XK TU” (2022). Junto a él se esperan más sorpresas en el futuro.
Hasta ahora, la producción de PEDRAXE está creciendo de forma intimidante desde las sombras. Y podemos ir testando lo que nos viene encima a través de un racimo de singles que exploran la vampirización high-tech alocada del ska como en “Pato Party Kiss” (2022), o en su homenaje a Valentino Rossi junto a los anteriormente citados Ralphie Choo y rusowsky. Antes del lanzamiento de una bendita chifladura hyperpop como “DEJA DE SUFRIR”, su rastro discográfico nos lleva a sencillos como “SIEMPRE IGUAL”, explosión atómica de su rúbrica personal entre contornos punk-pop ultramelódico publicado en los primeros días del pasado febrero.
En realidad, toda acción creativa de PEDRAXE siempre obedece a una máxima subyacente: la inquietud por sobrepasar límites de conducta como motor inspirador. Motivación ahora respaldada desde el pujante colectivo madrileño BROTE, desde el cual podemos hacernos una idea de las tendencias sonoras que más están pesando hoy en día en lo urbano y la gama de minimodas asociadas a la ley inquebrantable del algoritmo. PEDRAXE ha nacido con una misión: poner patas arriba todo código de comportamiento musical acorde a los consensos imperantes y adelantarse a la aparición de cada uno de los gérmenes escénicos que dirimen nuestro actual fast food de consumo musical.
Bajo dicho modus operandi, juega a ser un personaje surgido de esas propias redes sociales a las que menta continuamente en sus canciones. Anime personificado en un tipo cuya visión de la música responde a la ambición por romper toda regla codificada bajo instintos de control y clasificación genérica.
Escrito por Marcos Gendre
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