“Sol María” de Eladio Carrión: nostalgia y pop
El rey del trap latino hace a un lado la corona en su último trabajo, que mira a las grandes audiencias
En “MONACO”, Bad Bunny suelta la frase “hace rato me quité del trap, yo se lo dejé a Eladio”. Iba en la línea de lo sucedido con “Coco Chanel”, colaboración de los dos artistas puertorriqueños que le valió a Carrión su primer Grammy Latino en la pasada edición celebrada en Sevilla. Y recordaba al movimiento que hizo J Balvin en “Oasis” (2019), cediéndole al Conejo Malo de algún modo la corona de la nueva onda reguetonera. Pero también sonaba un poco, quizá, a condescendencia, como si el trap no resultara ya tan interesante cuando pese a todo sus ritmos siguen presentes en gran parte del pop.
Sea como sea, Eladio Carrión ha decidido no quedarse contento con el trap e ir en busca de algo más allá. Sabe que 2023 ha sido un año importante, de actuar en Coachella a sus primeros premios grandes con rol protagonista, y su nuevo trabajo parece querer aprovecharlo llegando a un público más amplio. Y así, el rey del trap latino se baja del trono y se da un paseo por la playita, vuelve a casa de mamá para tomarse un arrocito con gandules o con habichuelas y se canta con los colegas un rap de flow soulero como los que escuchaba de pequeño, “Luchas mentales” –con outro sorpresa; nunca sabes quién se puede pasar por casa un domingo al olor de los frijoles–, en el que lo primero que le sale es ponerse nostálgico y mostrarse vulnerable. La corona pesa, está claro.
“Sol María” (2024) no se llama así por nada: es el nombre de la madre de Carrión, que reconoce haber compuesto el disco como un homenaje a ella y a su infancia en familia. Y es posible que más que eso sea el disco que a su madre podría gustarle. Un trabajo en el que en general destacan, sobre todo en la primera mitad, las canciones bonitas, accesibles y más alineadas con las nuevas formas del pop latino, en la onda del propio Bad Bunny y de otros artistas a los que guiña el ojo, por ejemplo, en “TQMQA”, como Bad Gyal y Karol G. El tema, melancolía urbana bailable y romanticona de manual, podría funcionar como descriptor mayoritario de los sonidos del álbum, y sus patrones se reproducen en “Sonrisa”, que deconstruye un jersey club para alcanzar un punto etéreo, o en “Tu ritmo”, algo más orientada al club.
“La canción feliz del disco” (en colaboración con Milo J), de hecho, tropical, brillante y saltarina, se asemeja en mucho a los movimientos que empezó a hacer Bad Bunny en su conquista del pop global desde “Oasis” y con temas como “Si veo a tu mamá” o la más reciente “Neverita”. Y en esa línea más tropical también encontramos salidas de guion curiosas como el dub de “Sigo Enamorau’”.
El trap, en cualquier caso, no ha desaparecido del todo, aunque sí se percibe un enfoque mucho más post R&B y más pegado a las bases ultra diluidas del drill, como en “Hey Lil Mama”, donde vuelve a brillar Rauw Alejandro demostrando que es seguramente el artista latino más creativamente inspirado del momento (incluso aunque se le haya parado un poco el tiempo tras su ruptura con la Rosi), o en “Tranquila Baby” y en “RKO”. Más allá va “Tanta droga”: podría esperarse uno aquí el featuring de Rauwleto con ese oscuro beat de R&B electrónico en la línea de The Weeknd, pero en lugar de él es De La Ghetto el que le tira una mención a Tesfaye (“I can’t feel my face!”), y Arcángel el que susurra el puente housero. ¿Zona de confort?
Más clásica, con un flow muy neoyorquino y muy noventero, es “Fé, Cojones y Paciencia”, braggadocio vulnerable con ecos evidentes de Residente. O “Todo Lit”, con un inspiradísimo Duki (“ese booty es Beethoven porque paraliza”, damn!), que hace el beat enturbiando una línea de tango. Pero en general hay esa insistencia en renunciar a las bases bombásticas y más frenéticas que han marcado sus trabajos previos en favor de un flow mucho más cannábico y denso, como demuestra sobre todo “Mencionar”. Con todo, lo que más sorprende de este nuevo trabajo, primero en la genealogía de un abordaje a las listas de éxitos tras la consolidación que ha supuesto “3MEN2 KBRN” (2023), es ver a Eladio camuflarse entre sonidos de evidente influencia española, desde la inicial “Bendecido” en la que no sería extraño imaginarse un feat de Quevedo hasta “El malo”, con Sech, que partiendo de un beat de reguetón intensito viaja al ciberespacio de un breakbeat al más puro estilo Saiko (el final parece literalmente sacado de “Supernova”, de hecho).
Para rematar, al final, en el mayor plot twist que se recuerda en la música urbana latina de los últimos (¿cuántos? ¿10?) años, Nach se pasa a dedicarle unas palabras a su madre y a las madres en general. Porque en el fondo está bien reconciliarse con lo que nos gustaba de pequeños. Con lo que ha contribuido, en mayor o medida, a ser lo que somos hoy.
Foto: Orli Arias
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