blink-182: Crónica de su concierto en Madrid
Una vez más
En “One More Time”, el más reciente adelanto de su inminente noveno álbum, “One More Time…” (2023), blink-182 se reconcilian públicamente tras siete años separados: Tom DeLonge, guitarra y voz, se fue del grupo en 2014 por sus desavenencias con los otros dos miembros, que no dudaron en reemplazarlo por Matt Skiba, de Alkaline Trio. “No deberían haber sido necesarias una enfermedad o aviones cayendo del cielo”, canta Mark Hoppus (bajo y voz) haciendo referencia a su diagnóstico de cáncer en 2021 y al accidente de avión que en 2008 casi acaba con la vida del batería Travis Barker.
Pero aquí están blink-182 de nuevo, máximos exponentes de la era dorada del pop-punk dosmilero, príncipes de la era del skater rock de MTV, “Jackass”, Napster y Atticus. Ya rondando la cincuentena los tres, era fácil pensar que esta macrogira mundial de retorno –incluyendo dos paradas en España una década después de su última visita; ambas con sold out aplastante– podía tener más que ver con una jubilación a la vista que con un deseo honesto, pero tanto en “One More Time” como encima del escenario anoche en el WiZink Center de Madrid, blink-182 parecen esforzarse al máximo para demostrar lo contrario. “¿Tengo que morirme para escucharte decir que me echas de menos? (...) No quiero esperar para hacer esto una vez más”, dice el preestribillo de “One More Time”, con más intensidad de la habitual en ellos, para justificar esta reunión. Se hace difícil no creer a Mark Hoppus cuando, para presentar “Adam’s Song” encima del escenario, explica que la escribió en un momento muy oscuro de su vida, al borde del suicidio; dicen que poder hacerlo en su día con el apoyo de Tom y Travis le salvó la vida y que después de su cáncer, del que ya está recuperado, siente que el grupo y sus fans le han salvado la vida por segunda vez.
Pero blink-182 siguen siendo blink-182, y pese a estos momentos puntuales de tono más solemne, su cita en Madrid parecía más bien una convención-de-gente-que-cree-que-sigue-siendo-joven-pero-(spoiler)-ya-no-lo-es. Ellos siguen vistiendo igual que hace veinte años, hacen las mismas bromas –que si la rivalidad de España con Portugal (muy dosmil también, si es que eso existió alguna vez), que si los penes, que si algún comentario de corte ligeramente homófobo que deberían replantearse– y despliegan un repaso panorámico por una carrera que indudablemente tocó su techo comercial y artístico entre “Dude Ranch” (1997) y “blink-182” (2003), incluyendo sus dos discos más queridos, “Enema Of The State” (1999) y “Take Off Your Pants And Jacket” (2001).
De ahí que el arranque del show fuera con la profética “Anthem Part Two” (“Everything has fallen to pieces / Earth is dying, help me Jesus”) y que terminara repitiendo la frase “I guess that this is growing up”, que, aunque escrita en 1997 cuando tenían veintipocos años, seguramente cobra un nuevo sentido en esta gira después de todo lo que ha pasado.
Con un sonido mejorable y un espectáculo audiovisual resultón, un Tom DeLonge justo de voz en segundo plano –menos cuando se jactó de haber acertado en su cruzada histórica proovnis, antes de cantar “Aliens Exist”– y un Travis Barker tan exhibicionista como siempre, que se pasó medio concierto suspendido en el aire con su ya clásica batería giratoria, blink-182 volvían a ser blink-182 cuando abordaban himnos como “The Rock Show”, “Feeling This”, “Always”, “What’s My Age Again?” o la trilladísima pero todavía infalible “All The Small Things”. O cuando repitieron “Happy Holidays, You Bastard” para hacerla todavía más rápida aun a costa de alguna posible luxación. O cuando Hoppus proclamó que era “fucking emo time” antes de arrancar la colosal “Stay Together For The Kids”.
Fue, durante poco más de hora y media, emo night para todos los que llenaron el WiZink Center la noche del 3 de octubre. Y a la conclusión, mientras ya con las luces encendidas sonaba una extrañísima versión de “La Macarena” que no quedó claro si era un homenaje o troleo, se acabó el hechizo y de repente volvía a ser 2023, sin MTV, ni “Jackass”, ni Napster ni Atticus. Supongo que esto sí que es madurar.
Crónica por Aleix Ibars || Foto: Sergio Albert
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