Clairo

Las cinco etapas de Clairo (por ahora)

En su tercer álbum, “Charm”, la estrella centennial renueva su sonido otra vez más. Repasamos la evolución de la artista.

Por Juan Manuel Freire

Tras los estilismos indie rock de “Immunity” y el giro rural de “Sling”, este emblema pop de la Generación Z vuelve a cambiar de piel sónica en “Charm”, un tercer álbum soul y psicodélico, con más groove que cualquiera de los anteriores. Además, decide tomarse un poco menos en serio a sí misma y se prueba la autoironía de Harry Nilsson, que le sienta la mar de bien. Repasamos la evolución de la artista en cinco puntos.

1. Algo de prehistoria

Claire Cottrill (ese es su verdadero nombre) nació en Atlanta, Georgia, en 1998. Vivió allí siete años antes de mudarse a Bellevue (Washington) y después Carlisle (Massachusetts), suburbio a las afueras de Boston. Sus padres, el ejecutivo de marketing Geoff Cottrill y la fotógrafa Allie E. Cottrill, le contagian su pasión por la música. De los favoritos del padre se queda, sobre todo, con Al Green; de los de la madre, Cocteau Twins.

Pero es de Maroon 5 de quien graba su primera versión. Por entonces tenía trece años y cero confianza en sí misma: “Me llevó horas decidir si quería colgarla en Facebook o no contarle ni a mis amigos que la había hecho”, decía años después en una entrevista con Rookie. Se acabó soltando y, durante sus días de instituto, colgó un montón de cosas en SoundCloud y Bandcamp. Ella no tiene problemas en que esos archivos de grabaciones fundacionales y de aprendizaje (y DJ mixes de rap) sigan al alcance de todo el mundo. Bajando, bajando, bajando por su SoundCloud podemos llegar hasta una rudimentaria pero maravillosa versión de “Boys Don’t Cry” (The Cure) de nueve años de antigüedad.

2. Novia de Internet

El tema (propio) que la convirtió en fenómeno viral llegó hace siete años, en 2017, en forma de vídeo en YouTube. Hablamos, claro, de la mítica “Pretty Girl”, que Clairo cantaba acompañada por un Funko de Gizmo y calzándose de vez en cuando unas gafas de sol ojo de gato de color rosa. Esta canción de sonido doméstico, modesta pero irresistible, se convirtió en himno seminal de la revuelta bedroom-pop e invitó a pensar en la llegada de una estrella. Majors como Capitol, RCA y Columbia se interesaron por ella, pero quien se acabó llevando el premio, un poco por mediación del padre de la artista, fue el sello de la revista “The Fader”, con el que publicó en 2018 su EP más profesional hasta la fecha: el revelador, magnético “diary 001”.


3. Música para las masas

En su gran debut largo de 2019, “Immunity”, Cottrill se alejó un poco de sus raíces “do it yourself” para demostrar que podía cantar y sonar como alguien con potencial mainstream. Eso no significa, sea como sea, un giro al gorgorito: también a través del casi susurro se puede seducir a las casi masas. Con ayuda de Rostam Batmanglij (ex Vampire Weekend) en la producción, encuentra una mezcla depurada de pop, R&B e indie rock en la que, a pesar del mayor presupuesto, todavía se respira calidez y domesticidad.

Las letras son historias de amor e incertidumbre en las que Clairo no tiene miedo a quedar expuesta emocionalmente, a mostrarse vulnerable. En la inicial “Alewife”, por ejemplo, regresa a una época (octavo curso) en que pensó en desistir de la vida y, por suerte, fue rescatada por su amiga Alexa. “Bags”, lo mejor del lote, con batería de Danielle Haim, relata su decisión de acercarse románticamente a alguien del mismo sexo. “Sinking” es una crónica de su experiencia con una artritis idiopática juvenil.


4. Temprana madurez

Una estelar colaboración con Mura Masa (“I Don’t Think I Can Do This Again”, también de 2019) presentó a Cottrill como aspirante a estrella electro-rock, pero su segundo álbum la vio replegarse en sonidos acústicos. Hablamos del celebrado “Sling” de 2021, disco íntimo, reclusivo, creado un poco en reacción a su experiencia con una industria musical exigente, explotadora y depredadora.

Ahora con Jack Antonoff como aliado en la producción, Clairo saltó al pop-folk de los años setenta (Joni Mitchell y Carole King resuenan con fuerza) para olvidarse de las indignidades de nuestro presente. Cuerdas y vientos vestían delicadamente partituras tan redondas como “Amoeba” o la balada “Just For Today”, cuyo estribillo sobre la depresión dejaba huella: “Mamá, me temo que he estado llamando otra vez al 024”.


5. Una oda al encanto

Sin salir de los setenta, Clairo mira hacia el jazz, el soul y el folk psicodélico en el encantador “Charm”, resultado de una fértil colaboración con Leon Michels, miembro fundador (y antiguo saxofonista) de Sharon Jones And The Dap-Kings y líder del proyecto psych-soul El Michels Affair, conocido por sus proyectos colaborativos con Freddie Gibbs y Madlib o Black Thought. En busca de un sonido cálido e incluso imperfecto, con permiso para el accidente, grabaron en directo en cinta analógica. Seguramente no habremos escuchado “Charm” hasta que lo escuchemos en su versión en vinilo, a ser posible en una copia ya pinchada varias veces.

En el disco se nota a Clairo relajada, tranquila, con ganas de jugar y de seducir. En su entrevista con Amanda Petrusich en “The New Yorker” ha admitido influencias de “la tontería de Harry Nilsson y las voces de Margo Guryan y Blossom Dearie”, grandes compositores que, por otro lado, “nunca parecen tomarse demasiado en serio a sí mismos”.

Pero “Charm” es, en cierto modo, todo un Disco de Concepto, uno sobre el concepto del título, que Cottrill define en la entrevista citada como “el momento en que dos personas se conocen, y tienen experiencias vitales separadas, y sus propias historias y sentimientos, y se cuentan la una a la otra una primera capa”.


Foto: Lucas Creighton

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