Abhir Hathi

El renacimiento de Abhir Hathi

Estaba ahí desde el nuevo principio, al ladito de Cruz Cafuné y sus BNMP. Con su nuevo disco, “BROWN BOY”, está dispuesto a demostrarlo. Brama el elefante canario. Arrodíllense.

Por Diego Rubio

Canarias pone un mimo especial en su Denominación de OrigenTM. El mojo, el queso majorero, los vinos de Lanzarote, la papa negra… el plátano de Canarias. La escena musical de las Islas es como el plátano, y está petada de potasio. Sus nervios reaccionan rápido, sus músculos se mueven con soltura y contundencia. No me voy a poner a analizar aquí las distintas particularidades que explican su naturaleza propia, ni la historia que han recorrido las Canarias en paralelo a la paulatina explosión de las músicas latinas –y su penetración profunda en la península desde los primeros 2000– y del cambio de paradigma asociado a las redes sociales [si te interesa el tema, escribí este monográfico con entrevistas a algunos de sus protagonistas]. Lo importante de todo esto es que nos quedemos con la capacidad de creación de escena.

Es esto lo que logró que, mientras el foco de creación canaria se desplazaba en parte a Madrid –algo que vino sucediendo, realmente, hasta 2019, y que de algún modo se revirtió en la pandemia–, Canarias siguiera cuidando lo que sucedía fuera de la península, como demuestra el mayor hito –por importante– de toda esta historia: el junte intergeneracional para el remix de “Cayó la noche”.


La relación entre BNMP –grupo seminal para la escena canaria liderado por Cruz Cafuné– y la capital fue crucial para la exposición en los primeros momentos, sirviendo Rels B y Recycled J –junto al productor bisagra de esa ola más pop, One Path– un poco como enganche. Pero la capital estaba obsesionada con lo pop, y el underground se convertía en algo cada vez más reaccionario, así que se entró en unos años que a día de hoy, retrospectivamente, es fácil calificar de transicionales.

En aquel momento Abhir Hathi –muy vinculado desde el primer momento a la BNMP–, que se había mudado a la capital como Cruz Cafuné y que compartía su amor por el R&B, decidió ir por ese camino, buscar todos los contactos que encontró con su estilo para suavizar su sonido. Persiguiendo, quizá, una idea de accesibilidad que en aquel momento, con ejemplos como el de C. Tangana apretando, parecía ser la llave para aprovecharse del boom de la música urbana. El petardazo de “Contando lunares” no hizo sino reforzarlo.

Hoy afirma que muchas veces se sintió perdido. Que le ha costado tiempo hacer las paces consigo mismo y dar con un sonido con el que no le cueste nada identificarse. Pero quizá la recuperación de identidad de la música urbana canaria tras los casos de éxito internacional de Quevedo y de Ptazeta –incluso Bejo, todos sesiones con el mediático Bizarrap mediante–, así como la consolidación de una red definitivamente profesionalizada que se retroalimenta hacia la propia isla, ha terminado de convencerle. Este año, igual que el Cruzzi con el que empezó todo, ha sacado su mejor álbum, el más definitivo y uno en el que, por encima de todo, se demuestra que ya no hay tanta distancia entre las producciones que se pueden depurar en EEUU y las que salen de la factoría canaria.

El alzamiento definitivo del ‘Brown Boy’

Todo “BROWN BOY” (DALE PLAY, 2023), segundo largo de Abhir Hathiramani, llega con una premisa: recuperar la paz mental. Trascender a un estado de plenitud. No es casual que sea el primero en el que el canario deja salir con orgullo su ascendencia hindú, que de algún modo sobrevuela toda la escucha, de la mántrica “SHANTI” a los samples bollywoodienses de “BANGLADESH” o “GO GETTER” –por si los títulos, de por sí, no resultan suficientemente esclarecedores–. Y en el que se pone verdaderamente confesional, narrando esa trabajada recuperación de la confianza.


Pero lo que de verdad se desprende de él es el salto panorámico, el abrazo a la épica oscura y a los subgraves y bombos distorsionados e industriales de Kanye West y Travis Scott, la rienda suelta a la influencia de “Yeezus” (2013), la ambición maximalista. Es un salto que ha dado de la mano de su nuevo productor, Saint Lowe, y quizá espoleado por la experiencia de Cruz Cafuné o, en general, la confirmación de que el rap de la actualidad no se entiende sin la música electrónica.

En esa dirección van muchos de los juegos que llevan más allá la simple idea de pop rap experimental, así como en asimilar la evolución de ese sonido durante la última década. Y sí, hay momentos más bounce que no sorprenden más que por adaptar cosas que ya habíamos oído a nuestras coordenadas, como “GO GETTER” o la más afro “BROWN BOY BOUNCE”; densas baladas inundadas de autotune –“GC-1”–. Beat switches como el del tema con Cruzzi. Hay una devoción evidente por el sonido que desafió al mainstream en los primeros 2010.

Pero la sangre caliente no se puede esconder, y se intuyen más algunas cadencias del Miami bass, la decodificación que hizo Bad Bunny de la épica kanyewestiana –“ABEL”, “TUTUTÚ”–, coqueteos con el ala más futurista del latin trap –“YALLAH”–. Y hasta una frikada de rap con Ébano y un vuelo Londres/Puerto Rico/Gran Canaria con Quevedo que seguramente es lo mejor de esta nueva etapa. Guarden los cacharros y abran paso al elefante.



Escrito por Diego Rubio || Foto: Carlos Suárez

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