Las diez mejores canciones de Sabina
Joaquín Sabina se despide de los escenarios en 2025 con una colosal gira que le llevará de Argentina a Londres y París y por toda España, antes de cerrar por todo lo alto en Madrid el 30 de noviembre. Nos preparamos escogiendo sus 10 mejores canciones
Es imposible hacer un top 10 de Sabina porque su discografía es inabarcable, pero también porque está plagada de éxitos conocidos por todos, de letras que trascienden la música para derivar en poesía contemporánea y, más allá, de grandísimas canciones, más o menos grandes, más o menos pequeñas. Así que el criterio de esta selección es puramente personal, y en general responde, como el que pueda hacer cada uno, a vivencias personales y subjetividades difíciles de justificar. Por eso me he permitido reivindicar el que considero es el mejor trabajo de Sabina en este sentido, “Yo, mi, me, contigo” (1996), y quizá no ofrecer una vista panorámica de todo su repertorio, obviando también temas mucho más fundamentales. En cualquier caso, estamos aquí para despedir, y para celebrar.
10. “Conductores suicidas” (“Física y química”, 1992)
La trayectoria de Sabina ya andaba por todo lo alto a principios de los 90, pero la publicación de “Física y química” en 1992 sirvió para asentarle para siempre en el olimpo de la canción de autor iberoamericana. La culpa la tuvo su sencillo principal y canción de apertura, una archiconocida ranchera, “Y nos dieron las diez” –germen también de “Ojos de gata”, uno de los mayores éxitos de Los Secretos–, que perfectamente podría haber entrado en este top, e incluso en posiciones altas. Pero aquel disco escondía mucho más: una colaboración con Andrés Calamaro, un estupendo rock pirata o este rocanrol sobre uno de esos descensos a la ruina que tan bien supo retratar Sabina.
9. “Pongamos que hablo de Madrid” (“Malas compañías”, 1980)
Escrita por Joaquín Sabina sobre una melodía de Antonio Sánchez e incluida en el segundo álbum del autor ubetense –“Malas compañías” (1980)–, interpretada por La Mandrágora y popularizada por Antonio Flores tras versionarla en clave rockera en 1981, “Pongamos que hablo de Madrid” captura el impacto que una Madrid opresiva y brutal genera en un chico de provincias, y también en mucha medida la esencia misma de esta ciudad insaciable. Una ciudad habitada y contada casi siempre por otros que han terminado haciéndola suya, para bien o para mal.
8. “El blues de lo que pasa en mi escalera” (“Esta boca es mía”, 1994)
“El más capullo de mi clase, qué elemento, llegó hasta el Parlamento”. Con esta barra atemporal que sigue teniendo sentido generación tras generación arranca este rock and roll contundente, calimochero y macarra –con asistencia de Rosendo, D.O. Carabanchel– que defendía el valor de la medianía y dejaba clarísimo el amor de Sabina por hacer épica y poesía de los asuntos corrientes, por cantar el rock and roll de las gasolineras, el bolero que canta la portera. También su carácter retrógrado para algunas cosas: igual que nunca quiso colaborar con C. Tangana para “El Madrileño”, aquí asegura que cantaría lo que sea “menos un bacalao”.
7. “Corre, dijo la tortuga” (“Mentiras piadosas”, 1990)
Una letra construida en torno a la sucesión de varios oxímoron, que sirve también un poco como monólogo y lucha interior, lo dice todo en esta canción que sirve para profundizar en el sentido de “Mentiras piadosas” (1990), el primer disco que Sabina lanzó con su propia empresa y afianzando la relación creativa con Antonio García de Diego y Pancho Varona que ya se había forjado durante su anterior trabajo, “Hotel, dulce hotel” (1987). Canciones más rotundas como “Con la frente marchita” la eclipsaron, pero sigue siendo maravillosa. Aquí, en versión de Julieta Venegas como parte de un álbum realmente bonito – “Entre todas las mujeres” (2003)– en el que varias mujeres cantan canciones de Sabina.
6. “Y sin embargo” (“Yo, mi, me, contigo”, 1996)
La letra ha envejecido un poco mal, todo sea dicho: un ni contigo ni sin ti un poco tóxico atravesado por infidelidades constantes que, bueno, quizá revela parte de lo peor que tenemos como seres humanos, y ahí está el exitazo de “La Isla de las Tentaciones” cada año para recordárnoslo. “Sabes mejor que yo que hasta los huesos solo calan los besos que no has dado, los labios del pecado”, canta Sabina no sin cierta resignación. Luego, una de las declaraciones de amor más bellas jamás escritas en castellano –“Porque una casa sin ti es una emboscada, el pasillo de un tren en la mirada, un laberinto sin luz ni vino tinto, un velo de alquitrán en la mirada”–, la culpa – “Y me envenenan los besos que voy dando”– y, por último, la inevitable destrucción del amor, el “éxodo de oscuras golondrinas”.
5. “El rocanrol de los idiotas” (“Yo, mi, me, contigo”, 1996)
Sinceramente, me he tenido que contener para no poner esta en el top 1 porque es muy difícil no sentirse aludido por Sabina en alguna de sus muchísimas canciones excelentes, y supongo que esta es la mía. Puro pop realmente, disfrazado de Bob Dylan, para celebrar la colisión de dos almas en pena, de dos vagabundos, de dos idiotas, en las junglas de la ciudad y de la vida. “Y los peces de colores de mis botas y tus marchitos zapatitos de tacón, locos por naufragar, salieron a bailar, al ritmo de las lluvia sobre las capotas, el rocanrol de los idiotas”. Al final, homenajes a los Beatles, a Chuck Berry o a Little Richard.
4. “Noches de boda” (“19 días y 500 noches”, 1999)
Tener a la grandísima Chavela Vargas abriendo una canción para ti contando con su gracia infinita cómo os conocisteis “en los Madriles” y cómo la mandaste “al carajo” es un honor solo reservado a Sabina. Iba de México, o de Latinoamérica en general, la cosa en un disco –producido por Alejo Estivel, ex Tequila– de ida y vuelta que convirtió definitivamente a Sabina en cantautor latino rendido a las rumbas, milongas y merengues, y que certificó, “a sus cuarenta y diez”, el cénit de su madurez creativa.
3. “Contigo” (“Yo, mi, me, contigo”, 1996)
La visión del amor según Sabina es en general derrotista y deprimente, una flor que se marchita echando por tierra trabajo y pasión, que drena las ganas de vivir. Pero “Yo, mi, me, contigo” empezó a dejar ver otras vías, anticipando su inevitable madurez. En “Contigo”, entre slide guitars y cadencias melancólicas, suplica por un amor imposible, tóxico y extremo, de morir o matar, que desafíe la rutina y las manías de la cotidianidad, y deja por el camino uno de los grandes estribillos románticos de nuestra cultura pop: “Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere, mata. Porque amores que matan nunca mueren”. No matarse y más darse besitos.
2. “Tan joven y tan viejo” (“Yo, mi, me, contigo”, 1996)
Compuesta junto a Carlos Varela, representante de la nueva trova cubana, durante la gira española que ambos compartieron en 1995, esta canción es no solo una de las más íntimas en la carrera del cantautor –apenas guitarra, voz y un arreglo de cuerdas al final–, también de las más confesionales, una especie de pacto de reconciliación con lo que uno ha sido para afrontar, ahora sí, la tan temida madurez. “Así que, de momento, nada de adiós, muchachos. Me duermo en los entierros de mi generación. Cada noche me invento, todavía me emborracho. Tan joven y tan viejo, like a rolling stone”. Otra ronda a cuenta del viejo Bob.
1. “Ahora que…” (“19 días y 500 noches”, 1999)
“Ahora que no me mato si te vas”, canta Sabina en esta declaración serena y esperanzadora de madurez que niega por un segundo la mayor trágica de muchas de sus canciones, y que irradia felicidad, paz, tranquilidad, aceptación… amor, en definitiva. Un bolero eléctrico para enterrar al cantautor maldito, al crápula, al adúltero, al mujeriego que quizá no sea la canción ni más famosa ni más representativa del mejor disco de Sabina –honor ostentado por la homónima “19 días y 500 noches”–, pero sí la más rotunda de su carrera.
Si te ha gustado este repaso por las mejores canciones de Joaquín Sabina y estás preparado para vivir la música en directo, no te pierdas su próxima gira “Hola y adiós” por España.
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