VAMPIRE WEEKEND

Crónica de la jornada del jueves de Primavera Sound

Vampire Weekend y Pulp encabezaron una jornada hecha de fascinantes retazos.


Por Diego Rubio

Primavera Sound ha demostrado ser un ente vivo y en constante evolución: puede expandirse y puede contraerse, como está sucediendo en esta edición, pero sigue desarrollándose y, en sintonía con las músicas que nos dominan, fragmentándose cada vez más. Durante un momento, anoche, el revanchista Evian Christ preparaba su particular trance party en la Boiler Room mientras Beth Gibbons cantaba “Roads” en el Cupra, L’Imperatrice sucedía con un fiestón a la francesa el fiestón a la africana de Amaarae y Vampire Weekend empalmaban temazo tras temazo en un concierto de ensueño en el que sucedieron, seguidas, “Diane Young”, “Cousins”, “A-Punk” y “Harmony Hall”, todas –con todo y pese a todo– menores por un día en comparación con dos canciones que definen muy bien lo que los neoyorquinos representaron para el festival, y lo que fue la jornada de ayer en definitiva, “Classical” y “Capricorn”: el anticabeza de cartel de un antimacrofestival.

Tan solo Pulp se acercaron a la idea tradicional de headliner, poniendo un repertorio legendario por delante de todo menos de un Jarvis Cocker absolutamente magistral que sigue recordando a los frontman que ya nunca serán, para bien o para mal. El resto fueron salidas de guion. A manchurrones, como la de Justice, que ya no tienen vergüenza ninguna de desquitarse con sus ambiciones retroelectrónicas y que se guiñan a sí mismos porque en el fondo son ellos un género en sí mismo; o a líneas firmes pero no por ello definidas como las que le sirvió Madlib a Freddie Gibbs mientras rompían la “Piñata” en su décimo aniversario: un concierto irregular –tanto como las veces que retrasaron “Crime Pays”–, pero que nos dejó el momentazo de “High”, que vale por noches enteras de fiesta; “They tried to rock me down, but I’m really back”.

Después de él los amantes del rap más alternativo pudieron hilar los conciertos de Roc Marciano –mucho más bold, café para muy cafeteros– y de un billy woods que ha demostrado encontrarse en estado de gracia, rubricando una mirada a la revitalización del boom bap en clave abstracta por parte del festival que por desgracia no encuentra su reflejo en el panorama nacional: se siguen resistiendo Cruz Cafuné, ABHIR, Elio Toffana o Dano, que hubieran tenido todo el sentido en una jornada como esta. En su lugar, la parte nacional del día la marcaron el pop mitad actualidad mitad leyenda de Mujeres y Cariño, unidos entre sí y con el festival por un sentimiento importante, la new wave catalana de Renaldo & Clara o la mallorquina Maria Hein y el flamenco desde una reinvención rock con Derby Motoreta’s Burrito Kachimba y, sobre todo, el post-rock electrónico –entre Radiohead, Apparat y “Omega”– de Ángeles, Víctor, Gloria & Javier, apertura del maratón en el Auditori Rockdelux y grandísima sorpresa. Como sorpresa fue, también, la aparición de Ralphie Choo en la Boiler Room después de Bb trickz para confirmar que en Primavera Sound siempre habrá lugar para las nuevas generaciones.

El final de la noche supo definirlo y conducirlo una Peggy Gou que convirtió su paso por Primavera Sound en una suerte de confirmación personal, asumiendo a la perfección ese lugar entre oscuro objeto de deseo, joya deep house, next big thing y clásico moderno: a lo mejor no te encanta pero tampoco te molesta, y cuando quieres darte cuenta llevas hora y media bailando a su merced. Pero el premio al mejor concierto de la jornada tenemos que otorgárselo a A.G. Cook: su repaso a su propia trayectoria, a la de los sonidos y artistas que la han construido y rodeado, a todo lo que ha sucedido desde que el glitch estallara en mil pedazos, funciona en definitiva como una carta de amor a estos últimos diez años, y en el fondo encapsula gran parte de lo que ha sido siempre el Primavera Sound: un lugar en el que suceden tantas cosas pequeñas al mismo tiempo que por un segundo, desde fuera, se ven grandes, gigantes. Donde la confluencia de subsuelos puede rugir más fuerte que la megalópolis de Taylor Swift.

Foto: Sergio Albert


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