Romy

Crónica de la jornada del sábado de Primavera Sound

Sensación de gran satisfacción en la recta final festival

Por Diego Rubio

La de ayer fue una jornada rupturista que se recordará para siempre en la leyenda del Primavera Sound, y que intensificó un poco, lo justo, el cariz político de un evento que es ante todo sociocultural, y que por tanto no puede mirar hacia otro lado. Desde primera hora de la tarde, una apertura hardcore con Militarie Gun rugiendo en el escenario Pull & Bear o Lisabö poniendo el mensaje por delante ante una gigantesca bandera de Palestina –también la lució el napolitano Liberato durante un show que adoptaba y subvertía la identidad mediterránea–, todo fueron símbolos sutiles que nos recordaron que bailar siempre tendrá espíritu revolucionario, que la música puede ser júbilo pero también protesta, y que divertirse no implica perder la conciencia.

“Hoy, no mañana, la gente se levanta”, gritaban Pelada en la madrugada del escenario Steve Albini. DJ Playero ocupaba su sitio pero esta vez no desde un escenario marginal, sino desde uno de los principales, rubricando el hecho de que sin la herencia latina sería imposible entender el lenguaje actual, cada vez más fragmentado, de las músicas electrónicas. Y Tekilatex, después de deconstruir el “Mujer contra mujer” de Mecano y poner el “Don’t Stop Believin’” como marca la tradición, eligió para despedirse “We Are The Word” de Michael Jackson, resignificada en los tiempos –oscuros, disruptivos– que corren; hacía tiempo que un cierre del Primavera Sound no encerraba tantos mensajes distintos, tantas lecturas, en un mismo texto.

Porque este Primavera Sound, sí, ha sido el de la disrupción, la oscuridad. Un lugar en el que se ha respondido a la ironía de que Lana Del Rey, contra toda norma y contra todo pronóstico, haya devenido en icono pop con legiones de fans con criterio y pedagogía, reivindicando también a todos esos, esas, que por lo que sea nunca dejaron de ser bichos raros. Esta edición el festival se ha recreado en resultar incómodo, incluso ha construido narrativa en torno a eso con la antifiesta de la madrugada del viernes, o convirtiendo el carnaval de las japonesas Attarashi Gakko!, una rara avis en prácticamente todos los aspectos, en el bolo más normativamente festivo de la noche. Discurso e ironía –todo en el festival en el que reúnes a las Bikini Kill de Kathleen Hanna porque ni una puntada sin su hilo–. Y quizá ahí está la valentía, y la visión: el mismo A.G. Cook que le ponía el broche de oro a todas sus aportaciones al pop de la última década en un cierre para el recuerdo el jueves fue el que anoche, por detrás, a la sombra como siempre de una apoteósica Charli XCX, logró hilar un discurso abstracto y ambiental, casi onírico, mientras su diva volvía a mutar para llevar su carrera a un nuevo estadio a través de un espectáculo atronador, apabullante y maximalista que es deudor espiritual de “Motomami”.

En su afán de tirar líneas, Primavera Sound también reivindicó el lugar indeleble de American Football como alentador corazón emo de toda una generación, el de Princess Superstar en la genealogía perdida de la nueva canción de autor norteamericana o el de Channel One como llama viva del soundsystem original y de los espirituales dub. E igual que se rindió a ídolos que son familia como la siempre maravillosa PJ Harvey o Roísín Murphy y a nuevos mitos como SZA, supo darle un espacio igual de relevante a clásicos contemporáneos como Mitski o 070 Shake y construir un escenario, el Amazon Music –totalmente renovado en esta edición y convertido en un principal en toda regla–, para que los ídolos de mañana se presenten como nunca antes lo habían hecho: imposible no notar la emoción de Romy y de Dorian Electra –ella con el incomparable y transilvánico telón de fondo de una tormenta eléctrica que descargó agua durante varias horas de la noche– dando los conciertos más multitudinarios de sus carreras.

Me dejo mil cosas pero lo esencial, invisible a los ojos pero audible durante tres intensísimos días en los que el amor por la música también implica un poquito de penitencia, permanece: al final dio igual el cartel de este año porque esta edición ha sido la que más claro ha quedado que el Primavera Sound es, más que un festival, un manifiesto.

Foto: Clara Orozco

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