PRIMAVERA A LA CIUTAT

Crónica de Primavera a la Ciutat by Santander

Repasamos lo que han dado de sí las dos primeras jornadas de la programación del Primavera Sound en las salas de Barcelona

Por Diego Rubio

Es difícil volver al Primavera Sound y no sentirlo como casa porque hay tantas opciones, siempre, incluso cuando no está sucediendo el main event, que en alguna habrás tenido a bien construir tu hogar. Ya sea en los mundos sintéticos que invocó Johnny Jewel con su ejército de sintetizadores y su arsenal de bandas sonoras o en las fiebres psicodélicas de todo corte que definieron unas primeras jornadas hipnóticas, mareantes, densísimas, complejísimas en matices, vocación y significados. Abrieron oficialmente Abstract Concrete, sentando las bases de lo que va a ser en gran parte esta edición del festival: una reivindicación de las músicas marginales que, desde sus atalayas en ruinas, siguen marcando el camino de lo que sucede en el mainstream. Y el dúo finlandés Maustetytöt, después, demostró que precisamente los márgenes pueden ocupar el lugar central si se pone el foco de forma adecuada.

Intenciones parecidas compartían, desde sus bien distintos lugares, Angélica García y Rozi Plain, que entroncaban pop con experimento a sabiendas de que la libertad está precisamente aquí, una idea que replicaron a su modo el martes en LAUT tanto la sarda Daniela Pes, con su postdubstep de cámara que encajaría de soslayo en San Remo, como la guatemalteca Mabe Fratti, que sí, bordea siempre el pop desde el salón de la música de cámara, pero que en su nuevo espectáculo lleva el experimento a ámbitos más rock, incluso stoner.

Fue la apertura de una jornada, la del martes, marcada ya por el frenetismo de una programación inabarcable: mientras arrancaba el concierto de Irreversible Entanglements, una algarabía de free jazz antiacadémico e iconoclasta comandada por el spoken word de Moor Mother, en La (2) de Apolo, podías escuchar a Yo La Tengo versionar a Bob Dylan y The Temptations en un abarrotado Apolo. Y al mismo tiempo estaban Sweeping Promises embadurnando en guitarras brillantes Paral·lel 62, justo después de la confirmación de la anti boyband coreana Balming Tiger, un desfase de géneros y un derroche de estilo –prohibido perdérselos en el festival–, y antes del apoteosis siempre fiable y desbarrado de Les Savy Fav.

No hubo concierto en todo el Primavera a la Ciutat, eso sí, que se acercara al nivel que demostraron Armand Hammer cerrando la programación del martes en La 2 de Apolo: insólito, especial; tan clásico como irrepetible: esta rara avis no había tocado nunca en nuestro país pese a llevar más de diez años de trayectoria conjunta, y cuesta pensar en cuándo volverá a hacerlo; tampoco repetirán en el festival aunque, después de lo visto, su sesión de dj en Boiler Room el viernes nos parezca obligatoria. Bases abstractas tronando a través de los altavoces, las voces de un Elucid que aportaba la parte más hardcore y un billy woods en estado de gracia en primerísimo plano, nítidas para cualquier rango de espectador… Boom bap psicodélico y oscuro, juguetón a veces o totalmente siniestro cuando emergían bases tratadas por The Alchemist. Jazzismo por momentos, ruptura siempre. Fueron los últimos coletazos de dos días intensos que son, realmente, como la calma que prologa la tempestad. Un oasis de tranquilidad en medio de un Primavera Sound para el que, de nuevo, nunca está uno lo suficientemente preparado hasta que lo ve terminarse demasiado pronto. Lo mejor, dicen, está por venir, pero a mí me cuesta imaginarme conciertos tan preciosos como los que dieron Johnny Jewel, Mabe Fratti, Irreversible Entanglements o Armand Hammer; si me preguntan en un par de días seguramente diré que fue culpa mía.

Foto: Sharon López


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