La revolución de las sped up covers
De dónde vienen, qué son y a dónde van
En los años post-pandémicos hemos notado un creciente revival de la cultura 2000. La nueva escena musical (cada vez menos) alternativa, conformada en su mayoría por jóvenes de la generación Z o tardo-millennials, se encuentra rindiendo un homenaje nostálgico a todas aquellas canciones que marcaron su infancia: María Escarmiento nos sorprendió con “Puedes Contar Conmigo” de La Oreja de Van Gogh y Fresquito y Mango versionan una rumba de Melendi en todos sus conciertos. A esto se le suman otros guiños a la niñez de comienzos de siglo, como el “remix” de PEDRAXE sobre la base de Crazy Frog, o lo propio con Rojuu y el politono “Caricias, Besos y Mimitos” que se anunciaba en televisión hace veinte años, cuya animación de un conejito kawaii comiéndose una zanahoria será recordada por la mayoría de jóvenes entre 20 y 30 años. Todas ellas, sin embargo, suenan diferente a como las recordamos: más beats por minuto, voces más agudas (casi robóticas) y una producción bastante más electrónica.
Aunque los músicos que forman parte del circuito más canónico y/o ya tienen firmado un contrato con un sello discográfico son el último eslabón de la cadena, la virtualidad del fenómeno provoca que la escena generada a través de las sped up versions sea, fundamentalmente, de prosumidores: es decir, consumidores que a la vez producen contenido. Así, amantes del género musical o de un artista concreto pueden descargarse una canción a través de YouTube y resubirla con los bpms acelerados, generando un curioso fandom en el que solo se necesitan los conocimientos más básicos de edición de audio. Actualmente, todas las canciones son susceptibles de ser modificadas por cualquier individuo si están en la nube, y el fenómeno se ha viralizado tanto que ya son los propios artistas los que suben sped up versions de sus propias canciones: Lana del Rey ha publicado “Say Yes to Heaven (sped up version)” en su canal oficial, y SZA ha hecho lo mismo con “Kill Bill”. Sin embargo, cabe preguntarse por qué ha surgido el fenómeno de las sped up versions y qué papel ocupa dentro de la escena independiente actual.
PC Music es un colectivo a la vez que un sello discográfico, y fue fundado por A. G. Cook en el año 2013. Con sede en Londres, este colectivo buscaba explorar todo el campo sonoro que las máquinas y las nuevas tecnologías podían originar en la música. Así, los artistas que conformaron el colectivo producían música electrónica hiper-pulida, oscura y elaborada artificialmente, influida por la ciber-cultura y desde un punto de vista irónico y satírico hacia la misma. Estos fueron los inicios de lo que más adelante se denominó hyper pop, género que sobrepasó las fronteras del sello discográfico londinense y llego a nuestro país a lo largo de la década de 2010: SOPHIE o Hannah Diamond fueron sus principales exponentes, pero en España han sobresalido otros nombres como Rakky Ripper o LVL1 (con aproximadamente un lustro de diferencia). Aunque la primera de ellas lleve haciendo carrera desde antes del COVID-19, ha empezado a tomar relevancia durante el último año, cuando fue escogida como finalista del Benidorm Fest con su tema “Tracción”, y quedando en evidencia que en España las tendencias vanguardistas electrónicas siempre vienen con un poco de retraso.
Así, el calificativo hyper proviene de la búsqueda del último eslabón del pop: la música que sobrepase la propia música, que entre en debate con el ruido y que sitúe al ser humano en un debate sobre la hipertecnologización de la realidad. La irrupción de Internet en la sociedad contemporánea supuso un cambio de paradigma en nuestra cultura y nuestra forma de socialización, revolucionando la rutina de cada uno de sus usuarios. Así, algunos pensadores demonizaron los nuevos medios, generando el caldo de cultivo perfecto para la vanguardia. Como retoño inseparable de las escenas virtuales, la estética hyper toma elementos de la cultura de consumo y el ocio de rápida caducidad para llevarlos al extremo, a través de imaginería digital, modelados 3D o fotografías hiperralistas, todo muy alterado y retocado. Por ello, la propuesta de PC Music ha sido entendida y concebida como una gran parodia de la cultura popular. Sus imágenes y sus canciones son tan exageradas que rozan lo ridículo, lo banal y lo futurista: a más de uno se le habrá escapado una sonrisa de incomprensión en la versión de la exconcursante de Operación Triunfo.
Por otra parte, la escena alternativa española se encuentra en un período tecnostálgico: hemos vuelto a consumir vinilos y la generación Z reivindica los grupos de música de su infancia. Es, por tanto, un contexto que se presta a hacer versiones, así que todos los grupos emergentes de indie español tienen la suya, ya sea de pop dosmilero, trap o reggaetón: Ginebras lo hicieron con “Con Altura” (de Rosalía y J. Balvin), Karavana con “Titi me preguntó” (de Bad Bunny) o Colectivo da Silva con “Baby ven a por eso” (de La Zowi). Lo que empezó como una broma, además, también tiene un componente mercantilista: en una época donde las gráficas son públicas para todos los espectadores, los oyentes mensuales de Spotify suponen una búsqueda exhaustiva. Antes de Internet, los consumidores apenas tenían las listas de éxitos de los 100 artistas más escuchados anualmente en un país; sin embargo, ahora son públicos los datos del proyecto más pequeño. Es más fácil engrosar esos números si apareces más veces en el buscador, y eso resulta más sencillo versionando un clásico que va a ser cien mil veces más buscado que el nombre de tu banda.
A todo ello, en la tercera década del siglo XXI ha surgido una viralización mainstream de la cultura rave. El año 2023 comenzó con una rave ilegal que duró una semana en La Peza (Granada) y el festival Primavera Sound cuenta con su propia Boiler Room dentro del recinto. Han vuelto casi todas las tendencias pokeras de 2005, como escuchar a DJ Marta y llevar el tanga por encima de los pantalones, junto a otros resquicios de la ruta del bakalao que regresan en un tercer asalto. Haciendo un repaso a todo, parece imposible que los nativos digitales no cayeran en la moda de las sped up covers: el último trend en Tik Tok es una versión de “Licántropo” de Belén Aguilera en hyper, firmado por la cuenta ‘W & H sped up’, que se dedica a hacer covers del estilo. Sin embargo, si hay una canción que destaque dentro del género en España es “Despechá” de Rosalía por Nusar3000, más cercana al Jersey Club pero sin perder la esencia aceleracionsita: aunque tome elementos del hyperpop más primigenio, los subgéneros de la electrónica se han mezclado tanto que conforman un cajón desastre difícil de etiquetar.
De este modo, los nativos digitales han interiorizado productos culturales ajenos para convertirlos en propios, a través de unas herramientas que solo ellos dominan a la perfección (pues solo ellos se han criado en la cultura de Internet). En un espacio donde cada vez las modas duran menos, las canciones del verano no son tendencia más de 15 días y los memes caducan en menos de 48 horas, la perspectiva desoladora del aceleracionismo cultural ha sido el caldo de cultivo perfecto para que una generación tema ser olvidada, además de olvidar lo que marcó y definió su identidad como colectivo. Así, los tardo-millenials y los ziennials están rindiendo un homenaje a sus artistas favoritos, aunque para ello tengan que sobrepasar los límites de velocidad propios de una canción de pop: porque el tiempo pasa rápido, porque las modas pasan rápido y porque esta también lo hará.
Escrito por Marta España || Foto: Warner Chappell
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