La salud mental se va de gira
Testimonios de artistas y grupos que viven en la carretera
Como casi todas las cosas que nos absorben, todo empieza como una especie de nebulosa. Sin darnos cuenta estamos metidos en bucles de los que es muy complicado salir pues tienen una extraña inercia, entre el gusto y el hastío. Compones un disco, proyectas tu ego adolescente o juvenil, lo grabas, lo giras. Obtienes el ansiado éxito –underground o masivo, Triángulo de Amor Bizarro o Quevedo–, el reconocimiento. Quizá hasta cambies las preocupaciones financieras por otras mucho más personales. Y vuelves a darle otro giro a la rueda, que te atrapa con su fluidez, con su movimiento imparable, uniformemente acelerado. Grandes artistas han puesto el foco, durante los últimos años, en la importancia de la salud mental. De Ariana Grande o Alejandro Sanz a Adele o Billie Eilish, de Black Country, New Road a Arlo Parks, entre todos y todas han ido poniendo su granito de arena en tratar de lograr una cierta humanización de esa idea de superestrella intocable que se ha construido con el paso de los años.
Rodrigo Caamaño, componente de Triángulo de Amor Bizarro, coincide en el estigma que esa imagen genera en el 99% de los músicos: “Se vende que son entes aislados, millonarios, que viven obsesionados con la fama. Pero esa idealización de las superestrellas del pop no representa en absoluto el día a día en la vida de prácticamente cualquier músico. Y al final la gente, incluida tu familia muchas veces, sigue asociándote a esa proyección rockstar, y eso te termina aislando porque te sientes un incomprendido”. Todo en la industria musical está históricamente diseñado para totemizar al artista, para deshumanizarle. Después de la pandemia tanto Shawn Mendes como Justin Bieber se vieron obligados a suspender sus giras, previstas para este año, para centrarse en sí mismos y en cuidar su salud mental. En el caso de Bieber motivado además por un empeoramiento de los síntomas de su síndrome de Ramsay Hunt, que le provoca parálisis lateral.
Es un caso que recuerda a la reciente decisión de Lewis Capaldi de cancelar todos sus conciertos debido a su síndrome de Tourette –una enfermedad que también padece, por ejemplo, Katy Perry–. Pero el británico no solo alude a ella como dinamitador, también al miedo y a la ansiedad que le produce subirse al escenario. Un problema cada vez más extendido y que ha afectado a artistas de todo tipo, pero especialmente a los que reclaman la mayor atención de los focos. Cómo no acordarnos de Pastora Soler, que tuvo que dar un paso a un lado tras su fallido paso por Eurovisión. O de Miley Cyrus, que este año, el mismo en el que ha publicado su disco más personal y liberador, ha tomado la radical decisión de no salir a girarlo. “No quiero seguir teniendo que prepararme en un backstage”, zanjaba la estadounidense ante la reacción contrariada de los fans. Ahora prepara una serie de TikToks al hilo de su single más reciente, el retrospectivo “Used To Be Young”, para acercarles de primera mano lo que implicaba para ella subirse a un escenario. Habla de perder la conexión con la realidad, consigo misma, pero también de falta de humanidad en la relación entre el artista y su público durante el acto del directo. Y, más allá, habla de ego, algo en lo que Caamaño, que poco o nada tiene que ver con Cyrus, coincide: “Los conciertos te empoderan, te hacen sentir que tienes esas habilidades, una especie de superpoder”. Vivir de esa sensación todas las noches y tener que neutralizarla al día siguiente para disfrutar de una vida normal no es sostenible cuando tu rutina se resume en estar en la carretera.
En el Primavera Sound de Barcelona, Rosalía, en una especie de vuelta a casa tras más de un año embarcada en su gira más grande y exigente hasta la fecha, se detenía en lo importante que era para ella poder tocar tan cerca de su hogar, acostumbrada ya –o más bien resignada– a que para mantener ese estatus de reina del mundo tienes que renunciar a una vida normal, a que no hay otra manera. La vida del artista es por naturaleza nómada. “Hace mucho que nosotros no hacemos unas vacaciones de viajar… terminas huyendo de los coches, de los hoteles, de los aeropuertos y de las furgonetas”, dice Rodrigo. Esto ha hecho que Rayden, por ejemplo, haya tomado también la decisión de alejarse de los escenarios para centrarse en disfrutar de los años claves de crecimiento de su hijo y para avanzar en su proyecto de novela. La gira con la que Triángulo de Amor Bizarro presentarán “SED” (Mushroom Pillow, 2023) está adaptada por primera vez a las necesidades que han supuesto para Rodrigo tener un bebé.
Artistas más pequeños, más underground, que se desenvuelven en un entorno más especializado, como ellos, pueden sobrevivir pasando de dar sesenta o setenta conciertos al año a hacer giras más sostenibles, yendo y viniendo a casa, pero siempre es complicado. Aún así, él no quiere caer en el victimismo. “Nuestro mal endémico es la ansiedad: en general, la vida moderna no está hecha para la conciliación. Hay muchas profesiones que son igual de exigentes o más en cuanto a la gestión del propio tiempo. Aquí en Galicia ahora ya no tanto, pero siempre ha habido muchísima gente que se iba a navegar ocho, diez o doce meses. Nosotros quizá estamos mucho tiempo fuera, pero también tenemos disponible mucho tiempo de calidad para pasar entre semana, por ejemplo, cuando otras personas están trabajando muchísimas horas… al final es una gestión diferente del tiempo”. Squid me decían hace poco para Rockdelux que se vive una “normalidad rara, con una percepción distorsionada del tiempo que puedes perder viviendo con respecto a lo que sería una vida normal”. El propio entorno del grupo y de sus dinámicas te pone en riesgo de desconectarte del resto del mundo, y es algo que todos los artistas tienen que ir aprendiendo a manejar con el tiempo.
Todas estas razones han provocado, por ejemplo, que la promotora de conciertos Live Nation haya adquirido millares de ejemplares del nuevo manual de referencia para el cuidado de la salud mental en el entorno de una gira –“Touring and Mental Health: The Music Industry Manual” (2023), editado por Omnibus Press con la dirección de Tamsin Embleton y testimonios de Nile Rodgers, Philip Selway de Radiohead, Lauren Mayberry de Chvrches o Kieran Hebden (Four Tet), entre muchos otros– para situarlos en sus oficinas y en salas de conciertos de todo el mundo. Y a todas ellas hay que sumar, además, la incertidumbre económica, que afecta especialmente a las clases medias artísticas y a los músicos independientes.
Con el Brexit y la subida arancelaria, unido a la inflación y a las consecuencias de conflictos recientes como la COVID-19 o la guerra de Ucrania, la banda británica Yard Act se vio obligada a cancelar su gira europea, por ejemplo, igual que Arlo Parks. Y Santigold directamente dio por imposible la gira de presentación de “Spirituals” (Little Jerk-Popstock!, 2022), su disco más reciente: todo se junta en una industria musical insostenible y despreocupada de la integridad física y mental de los artistas que la sustentan, y desemboca en círculos viciosos pues es necesario encontrar un cierto equilibrio entre todos los aspectos de la vida para lograr mantenerse centrado. Para una banda como Animal Collective, consolidada en el underground a nivel mundial, también resultó imposible desembarcar en Europa a finales del año pasado por motivos fundamentalmente económicos, llevándose consigo una excelente oportunidad internacional para la artista experimental catalana Marina Herlop.
Y proliferan retiros como los organizados por Kenny Beats, que ejerce –además de como productor de éxito– como una especie de gurú para equilibrar la salud mental de los artistas a través de convivencias, o por el rapero Stormzy. Pequeñas grandes aportaciones que aspiran a convertir la industria mundial del entretenimiento musical en un espacio de trabajo seguro a todos los niveles, tanto físicos y relacionales como mentales y emocionales. Pero que sobre todo se centran en reivindicar la humanidad del artista. No puede ser que Kali Uchis cancele un concierto en Bogotá por agotamiento y se encuentre en redes con el machaque de sus fans, igual que no puede ser que se cuestione la decisión de Miley Cyrus.
Escrito por Diego Rubio
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