“Bowie Now”, la aventura berlinesa del (ex) Duque Blanco
Durante la segunda mitad de los setenta, afincado en Berlín, David Bowie consiguió lo que parecía imposible: volver a reinventarse sónicamente para, de paso, trazar un mapa artístico que serviría como referencia a varias generaciones de músicos inconformistas.
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¡Buena suerte!
David Bowie (1946-2016) publicó tres álbumes cruciales –“Low”, “Heroes” y “Lodger”– entre 1977 y 1979. Es la llamada “Trilogía de Berlín”, aunque no todas las canciones que la componen fueron grabadas en dicha ciudad. La capital alemana, partida en dos por el muro desde 1961 hasta 1989, irradiaba una tremenda energía simbólica en aquellos tiempos de guerra fría, pavor nuclear y telones de acero.
Desde allí, secundado por un puñado de colegas y colaboradores tan ilustres como él, David Bowie dio rienda suelta a su vena experimental y cuajó un tríptico innovador que expandió su influencia en múltiples direcciones. El post-punk primigenio o las posteriores hibridaciones de rock y electrónica le deben mucho a esta terna de álbumes rica en hitos raros como “Sound And Vision”, “Breaking Glass”, “Boys Keep Swinging”, “Fantastic Voyage” o “Joe The Lion”.
Salvo “Heroes”, ninguna de las canciones que conforman la trilogía berlinesa cuentan entre las más escuchadas de Bowie en una plataforma de uso común como Spotify, pero tampoco debe extrañarnos. Su naturaleza aventurera no contemplaba pactos con el gran público ni la repetición de fórmulas previas de éxito garantizado y, aún así, funcionaron razonablemente bien en el mercado británico.
Eno y el rock teutón
Que David Bowie terminara mudándose a la capital alemana para grabar esta trilogía parecía estar escrito. En la primavera de 1976, coincidió en Londres con su compatriota Brian Eno y después de comentar la jugada –Eno ya había dejado Roxy Music y trabajaba por cuenta propia en el territorio del ambient– se dieron cuenta de que su devoción por el rock alemán de vanguardia de la época –el krautrock, con Neu!, Kraftwerk o Harmonia al frente– les hacía demasiado tilín como para no terminar tirando juntos de dicho hilo. Quedaron en seguir hablando sobre el asunto más adelante, porque Bowie tenía cita en Suiza para trabajar con un viejo compadre de mirada torva que, desde finales de los sesenta, había llevado al límite las posibilidades expresivo-agresivas del rock and roll con un grupo llamado The Stooges.
El amigo americano
En 1973, Iggy Pop le encargó a David Bowie que mezclara “Raw Power”, el tercer álbum de The Stooges. Compartían parte de sus visiones creativas y una creciente afición por la cocaína. En 1976, cuando se produjo su reencuentro, ambos estaban mucho más serenos, dispuestos a grabar el primer disco en solitario de Iggy, “The Idiot” (1977), en un territorio tan bucólico, sobrio y neutral como Suiza. Mejor así, que luego nos ponemos como nos ponemos.
Al terminar la grabación, viajaron a Berlín Oeste –recuerden que todavía estaba el muro de por medio– para mezclar el álbum con ayuda del productor Tony Visconti en una localización determinante en toda esta historia, los estudios de grabación Hansa. Ese traslado a la ciudad fue crucial y marcó la trayectoria de David Bowie durante el resto de la década.
La catedral analógica
Los estudios Hansa están en un edificio representativo y protegido, la sala de conciertos de cámara Meistersaal. Cuando Bowie e Iggy aterrizaron allí por primera vez los acababan de reformar y la sala de conciertos era el Studio 2. En años sucesivos, la flipante acústica de aquel espacio atrajo a las mayores estrellas de la música pop del globo. También contribuyó a su buena reputación el equipo de consolas analógicas Solid State Logic SL 4000 E de que disponían.
En Hansa han grabado algunos de sus mejores trabajos U2, Depeche Mode, Nick Cave And The Bad Seeds o Siouxsie & The Banshees. Incluso nuestros Vetusta Morla se dieron el capricho de registrar allí “Mismo sitio, distinto lugar” (2017), aunque para entonces la sala de conciertos ya había vuelto a su uso original.
De “Low” a “Lodger”
Una vez terminado el disco de Iggy, Bowie regresó a Suiza con Tony Visconti para empezar a grabar “Low”. Una parte del disco se registró allí. El resto, en Alemania. En las sesiones participaron músicos como Brian Eno –era lo suyo después de aquel encuentro en Londres– o los guitarristas Carlos Alomar y Ricky Gardiner, aunque las nuevas canciones tuvieran poco que ver con el glam-rock de la era Ziggy Stardust o el soul blanco de “Young Americans” (1975). Aquí se imponía una visión vanguardista del pop, el paisajismo sonoro, la búsqueda sónica constante y cierto minimalismo. Era algo muy diferente a lo que le habíamos escuchado hasta entonces. No era cómodo, no ponía las cosas fáciles, no era complaciente, pero Bowie quedó satisfecho y decidió continuar por ese camino.
Ya establecido en Berlín grabó “Heroes” con el mismo equipo artístico, sumando al guitarrista Robert Fripp –colega de Eno y conocido por su transgresión en los esenciales King Crimson– en otra decisión más que acertada. Y Adrian Belew, miembro clave de King Crimson durante su triunfal retorno de los años ochenta, sustituyó a Fripp en la última entrega de la trilogía, “Lodger”, que rebajó la apuesta conceptual y de avanzada de los discos anteriores optando por canciones más convencionales y cercanas a las estructuras pop.
Un artefacto extraño
Algunas de estas composiciones –provenientes de “Low” y “Heroes”– se incluyeron en un curioso artefacto discográfico, un recopilatorio promocional publicado solo en Estados Unidos bajo el título de “Bowie Now” en 1978. Un disco peculiar que sirvió como carta de presentación a la prensa musical de esta nueva etapa Bowie.
En la contraportada, entre citas extraídas de la prensa musical británica podía leerse a propósito de “Low” y “Heroes”: “Inevitablemente controvertidos, estos álbumes han combinado las teorías y técnicas de la música electrónica moderna con letras que han encontrado a Bowie prescindiendo de las formas tradicionales de narrativa, en busca de un nuevo vocabulario musical adecuado al estado de ánimo generalizado de desesperación y pesimismo que ha adivinado en la sociedad contemporánea”. Casi medio siglo después, ese estado de ánimo permanece. Y quizá por eso estas canciones siguen fascinando y atrapando con la misma fuerza de entonces.
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