TOMMY

“Tommy”, la primera apuesta operística de The Who

Concebido por el guitarrista Pete Townshend, el cuarto álbum en estudio de The Who es también una ópera rock pionera que ha polarizado opiniones durante más de cinco décadas y ha generado versiones en varias disciplinas artísticas.

| Por César Luquero

Durante la segunda mitad de los años sesenta, The Who –cuarteto londinense formado por Pete Townshend, el cantante Roger Daltrey, el batería Keith Moon (1946-1978) y el bajista John Entwistle (1944-2002)– se convirtió en una dinamo cultural de primer orden. Su radiante discurso musical partía de la devoción hacia el rhythm’n’blues, el soul y los pioneros del rock’n’roll británico, pero estableció un nuevo camino expresivo por el que circularía el movimiento mod en estrecha conexión con el pop art, cuajando álbumes visionarios como “My Generation” (1965), “A Quick One” (1966) o el conceptual “The Who Sell Out” (1967) y generando himnos imperecederos como “I Can’t Explain”, “The Kids Are Alright” o “I Can See For Miles”.

En sus volcánicos directos de aquella época –participaron en festivales clave como Monterey, Woodstock e Isla de Wight– asumían la autodestrucción como elemento performativo y arrasaban parte de ese emblemático equipo que incluía el kit Ludwig plateado de Moon o el muro de amplificadores de Townshend. La energía y potencia que imprimían a sus composiciones –con el uso creativo del feedback guitarrero, la incorporación de elementos rítmicos como el doble bombo y un amplio surtido de toms o la ecualización ultra aguda de endiabladas líneas de bajo con carácter percusivo– prefiguró géneros venideros como el hard-rock o el punk. El influjo de todo este trabajo es universal y entre sus fans ilustres figuran músicos tan dispares como Geddy Lee, Krist Novoselic, Max Weinberg o Eddie Vedder.

Pete quiere más

Todos esos logros tuvieron reflejo comercial en la lista de singles británica pero, tras la publicación de “I Can See For Miles” en octubre de 1967, Townshend se sintió contrariado al comprobar que no pasó del Top 10, ya que esperaba un número uno. Lo que vino después fue peor –“Dogs” en el puesto 25 y “Magic Bus” en el 26– y el espigado guitarrista –según cuenta su amigo, el escritor y cronista mod Richard Barnes– decidió ampliar sus ambiciones artísticas escribiendo una ópera rock protagonizada por un chaval traumatizado desde la infancia, Tommy Walker, que es víctima de abusos y trasciende sus limitaciones –es ciego, sordo y mudo– hasta convertirse en un líder espiritual.

En septiembre de 1968, Townshend explicaba a la revista estadounidense “Rolling Stone” que el álbum en que estaban trabajando iba sobre un chico ciego, sordo y mudo cuya experiencia sería encarnada por el grupo y su música, ya que pese a esas discapacidades el protagonista de la ópera sí podía ver las cosas como “vibraciones” y que la música de The Who sería el vehículo para que el oyente pudiera ponerse en su lugar y sentir como él sentía. La figura del maestro espiritual hindú Meher Baba, por cuyas enseñanzas Townshend empezó a interesarse en 1967, supusieron un punto de inicio en la escritura y desarrollo de la obra y ayudaron al músico a definir los contornos de la misma. El británico ha aclarado que su intención no era reflejar la doctrina del gurú indostaní, pero reconoce que leerla le permitió aclarar sus ideas con mayor eficacia tras la resaca psicotrópica que venía arrastrando.


Por el camino de Tommy

“Tommy” –que vio la luz como doble álbum el 19 de mayo de 1969, alcanzando el puesto 2 en la lista británica y el 4 en la estadounidense– no fue la primera apuesta operístico-conceptual de The Who. En el álbum “A Quick One” ya habían incluido la suite de nueve minutos “A Quick One, While He’s Away” compuesta por varios pasajes musicales con la infidelidad como trasfondo. Y “The Who Sell Out” era un trabajo conceptual en el que las canciones se unían entre sí por anuncios comerciales, jingles y comunicados de servicio público que reconocía la influencia de emisoras de radio piratas en la formación musical de su generación.

Pero “Tommy” era otra cosa, desde luego. Más grande, ambicioso y complejo que cualquiera de los álbumes que el grupo había grabado, mantuvo en el estudio al cuarteto desde septiembre de 1968 hasta marzo de 1969. El ingeniero de sonido Damon Lyon-Shaw explicó que la banda trabajaba sin ensayo previo reinterpretando las maquetas de Townshend de forma espontánea, aplicando su maestría instrumental por separado en las cintas de ocho pistas Ampex –tecnología puntera en aquel momento– en que se registró el trabajo. Una de las últimas canciones en engrosar el repertorio de “Tommy” fue la célebre “Pinball Wizard”, en la que se describe la maestría del protagonista con el pinball y que, según Townshend, fue escrita después de que el influyente periodista musical Nik Cohn escuchara una versión preliminar del álbum y reaccionara con tibieza ante el mismo al considerarlo demasiado serio y sobrio.

En cualquier caso, la llegada de este tema redondeó un cancionero sensacional, en el que también encontramos hitos como “Fiddle About” (Tommy es objeto de abuso por parte de su tío Ernie), “The Acid Queen” (los padres de Tommy buscan una cura y le llevan ante la mujer de su doctor, con la que vive una experiencia psicodélica vía LSD), “I’m Free” (Tommy, ya recuperado de su bloqueo pone en marcha su propio programa espiritual) o “We’re Not Gonna Take It” (los seguidores de Tommy abandonan el credo cuando las reglas de la congregación se endurecen).


Las reencarnaciones de Tommy

El alcance musical y cultural no se discute, aunque “Tommy” nunca fue objeto de consenso crítico. Impulsó una gira de casi 200 fechas –desde mayo de 1969 hasta diciembre de 1970– en la que The Who lo interpretaba casi al completo y que pasó por espacios tan emblemáticos como el Merriweather Post Pavilion de Columbia, el Royal Albert Hall londinense o el Teatro de los Campos Elíseos de París.

En 1970, fue adaptada al ballet por la compañía de Montreal Les Grands Ballets Canadiens, que la estrenó con éxito en la capital francófona de Canadá y luego la llevó a Nueva York. Al año siguiente, Bette Midler interpretó a The Acid Queen en el montaje impulsado por la Ópera de Seattle. Y en 1972 se publicó el álbum “Tommy” de la Orquesta Sinfónica de Londres con el Coro Inglés de Cámara, en cuya realización se implicaron tanto Townshend –era el narrador– como Daltrey –puso voz a Tommy– y que incluía en su plantel artístico a Sandy Denny en el rol de enfermera, a Steve como el padre de Tommy o a Richie Havens como The Hawker, con participaciones ilustres de Rod Stewart, Ringo Starr o Richard Harris.

La amplitud de las ondas emitidas por esta obra crucial para la carrera de The Who llegó hasta el ámbito cinematográfico –Ken Russell dirigió su trasunto en celuloide en 1975, con Ann-Margret y Olivier Reed en los papeles protagonistas y Elton John, Tina Turner, Eric Clapton y Jack Nicholson también en el elenco– y por supuesto al del teatro musical: tras su estreno en California en 1992, “Tommy” se ha representado en Broadway y el West End.


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