Pink Floyd y “The Dark Side of the Moon (Live At Wembley 1974)”: ponte en mi lugar
Ha pasado más de medio siglo desde que Pink Floyd conquistara la eternidad con un trabajo taciturno que invitaba a reflexionar sobre los malestares de la sociedad occidental y sus implicaciones psicológicas. Este implacable cancionero sigue fascinando y sirviendo como excusa para publicaciones como el directo “The Dark Side of the Moon (Live At Wembley 1974)”.
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Durante el otoño de 1974, Pink Floyd estiró en directo el inagotable chicle del que terminaría siendo su álbum más exitoso, “The Dark Side of the Moon”, publicado el 1 de marzo de 1973 en Estados Unidos y el 16 del mismo mes en Reino Unido. El repertorio de este disco ubicuo –se estima que ha despachado 45 millones de copias y ostenta el récord de presencias en la lista estadounidense Billboard 200, en la que ha aparecido alrededor de 900 semanas– llevaba casi tres años sonando en escenarios de Norteamérica, Europa, Japón y el Reino Unido, antes incluso de que el cuarteto formado por Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright terminara de componerlo al completo.
El grupo lo registró en los emblemáticos estudios londinenses Abbey Road –con el joven Alan Parsons como ingeniero de sonido– entre la primavera de 1972 y los inicios de 1973. Pink Floyd encargó la inolvidable portada a sus diseñadores de cabecera, Hipgnosis, y una vez llegó a las tiendas volvió a cargar los tráiler para continuar girando: Norteamérica, Reino Unido, otra vez Norteamérica, alguna parada aislada en Centroeuropa… en total 35 shows engrosando un abultado haber de más de cien conciertos en dos años. En estas giras interpretaban el álbum al completo en su secuencia original y añadían un set de canciones pertenecientes a trabajos como “A Saucerful of Secrets” (1968), “Atom Heart Mother” (1970) o “Meddle” (1971). A la nutrida caravana de la banda se sumaron el saxofonista Dick Parry, quien había participado en la grabación del disco, y un trío femenino de vocalistas.
El tour de 1973 terminó en modo benéfico el 4 de noviembre en el Rainbow Theatre de Londres, donde la banda ofreció dos pases con los que recaudar fondos para Robert Wyatt, miembro de grupos como Soft Machine y Matching Mole, viejo amigo de la escena contracultural londinense de los sesenta que ese verano había quedado parapléjico al caer de un cuarto piso de forma accidental en la fiesta de cumpleaños de Gilli Smyth, la cantante del grupo psicodélico Gong.
Un nuevo tono
Antes de publicar “The Dark Side Of The Moon”, Pink Floyd era un grupo ya consolidado y muy popular. Su música –una atractiva mezcla de psicodelia, experimentación, pop espacial y rock progresivo– funcionaba muy bien en el Reino Unido –“Atom Heart Mother” fue número uno allí– aunque más discretamente en Estados Unidos, y sus giras eran amplias y solían llevarles a los principales escenarios a ambos lados del charco.
Pero “The Dark Side of the Moon” desbordó cualquier previsión, multiplicando el predicamento del grupo y convirtiéndose en un ítem de calado totémico en el paisaje cultural de los años setenta. Un disco atractivo a primera vista –su cubierta es un reconocible icono que sigue alimentando albaranes entre las empresas de merchandising– que, como su propio nombre indica, explora varias zonas de penumbra que son comunes a todos.
El octavo álbum de Pink Floyd –envuelto en una atmósfera de postración y melancolía– es un trabajo conceptual influido por la figura de Syd Barrett, el cantante y guitarrista original del grupo que tuvo que bajarse de la nave debido a sus problemas de salud mental. Habla de nuestra relación con el gran capital, de las rutinas que día a día impiden una vida plena, de la muerte como destino inexorable que nos iguala, de los desastres de la guerra y su sinsentido, del equilibrismo al que nos vemos abocados para mantener la cordura en un mundo amoral y desquiciado por la avaricia.
Como cualquiera puede suscribir los temas que aborda y el despliegue creativo de la banda es inmenso –recordemos que es el álbum que contiene “Breathe”, “Time”, “Money”, “The Great Gig in the Sky” o “Us and Them”– tampoco debe extrañarnos su desempeño sentimental. No hablamos de cifras de venta: es un disco de alcance universal que nos sigue interpelando y consigue tocar la fibra cada vez que volvemos a escucharlo.
Tirarse a la piscina
Situado frente al estadio de Wembley, en la zona noreste de Londres, el OVO Arena Wembley es un espacio multiusos de larga tradición musical. Desde mediados de los sesenta prácticamente todos los artistas históricos del rock internacional han actuado allí, aunque en realidad fue concebido como centro acuático para la celebración de los Juegos de la Commonwealth de 1934 –año en que se cortó su cinta inaugural– y sus piscinas acogieron las competiciones de los Juegos Olímpicos de 1948. Por eso se llamó Empire Pool hasta 1978, y por eso las grabaciones registradas por la BBC de los conciertos que Pink Floyd ofreció allí los días 15 y 16 de noviembre de 1974 eran conocidas originalmente como “Live At the Empire Pool”.
Sin duda la intervención de la corporación pública británica –que emitió el concierto a través de su emisora Radio 1 el 11 de enero de 1975, centrándose en el material perteneciente a “The Dark Side of the Moon”– contribuyó a la canonización de este directo por parte de los seguidores de la banda, así como la proliferación de ediciones pirata en los años ochenta y noventa. El caso es que el que ahora conocemos como “The Dark Side of the Moon (Live At Wembley 1974)” no tuvo una edición oficial unitaria hasta 2023. En 2011 había acompañado a la llamada “Experience Edition” en doble CD y formado parte de un boxset inmersivo dedicado al disco matriz que también incluía maquetas o las mezclas primigenias del álbum entre otros cebos para coleccionistas y die-hard fans. Cabe señalar que en esta gira de 1974 el grupo también incluía en el repertorio tres canciones nuevas que terminarían formando parte de los álbumes “Wish You Were Here” (1975) y “Animals” (1977), concretamente “Shine On You Crazy Diamond” y dos versiones sin terminar de “Sheep” y “Dogs”, cuyos títulos de trabajo en aquel momento eran “Raving and Drooling” y “You’ve Got to Be Crazy”, respectivamente.
Por fin solo
“The Dark Side of the Moon (Live At Wembley 1974)” se publicó el 24 de marzo de 2023 en una carpeta abierta que muestra los bocetos de la portada utilizados por Hipgnosis, con las indicaciones de color y disposición del prisma, el haz de luz y el arcoíris resultante de la refracción. En el interior de la carpeta podemos ver la prueba de maquetación original. El sonido que emerge de los altavoces es deslumbrante y sorprende tanto por su nitidez –la mezcla es realmente estratosférica– como por la precisión instrumental de los cuatro músicos británicos.
Es una grabación tan límpida y hábilmente ejecutada que permite recrearse en los detalles una y otra vez sin que estos lleguen a dar indicios de agotamiento. Las coristas Vanetta Fields y Carlena Williams roban el plano al grupo en “The Great Gig in the Sky” justo antes de que la canción se funda con sus voces en una coda instrumental de aire jazzístico por cortesía de Waters, Mason y Wright. Otro de los músicos invitados por la banda, Dick Parry, también se luce con su saxo en “Money”; después Gilmour clava un primer solo de guitarra y amplía su fraseo blues en una versión extendida a casi nueve minutos que sabe a gloria. Atentos también a “Time”, que tras el urgente sonido de despertadores va desperezándose al ritmo de los rototom del batería Nick Mason, que cede el paso a Gilmour y al teclista Rick Wright para que se turnen frente al micro en estrofas y puentes, cuajando una interpretación con extra de energía.
Son solo tres ejemplos del increíble estado de forma que Pink Floyd disfrutaba en el momento de grabar estos conciertos, vinculados a un disco imposible de olvidar, que nunca ha dejado de resonar entre músicos de generaciones posteriores como Radiohead, The Flaming Lips o Tool, entre otros muchos.
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