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El trap según el fenómeno Peso Pluma

El trap corrido: de la globalización al regionalismo

Previamente a que Bizarrap contase con él para una de sus famosas sesiones, Peso Pluma ya había superado a Bad Bunny en trends de búsqueda en YouTube, tan solo un par de semanas antes. Hassan Emilio Kabande Laija, pues ése es su nombre de pila, ha subido como la espuma durante el último trimestre, siendo (casi) un completo desconocido un año atrás para cualquiera que no esté muy puesto en urbana mexicana. Así, el cantante pertenece a la nueva hornada de los (¿mal?) denominados traperos hispanoamericanos, si bien a todos estos creadores pertenecientes a la generación Z, el trap como género les resulta limitante: L-Gante fusiona el rap con la cumbia villera, el propio Bad Bunny investiga con el merengue y el mambo en “Un verano sin ti” (Rimas, 2022) y Peso Pluma, con un proyecto más reciente, sigue la estela de sus compañeros de escena interesándose por el folklore de su tierra.

Es un hecho que la música urbana a nivel mundial está virando hacia las raíces de la región de cada artista: no es que Rosalía iniciase un nueva corriente estética con su flamenco urbano en “El Mal Querer” (Columbia, 2018), pero aproximadamente desde 2018 el género popular busca traspasar las barreras de lo urbano. Bien pensado, se trata de una consecuencia lógica: en un mundo cada vez más globalizado donde las tendencias rara vez se contienen en el ámbito local (o nacional), las identidades regionales deben ser reivindicadas para no encontrarse en peligro de extinción.

Por otra parte, la denominada escena trap comenzó a tener relevancia en territorio hispanoparlante, aproximadamente, a partir del año 2016: La Zowi lanzaba “Baby Come n’ Get It” y Bad Gyal publicó “Fiebre”. Mientras tanto, en Argentina Duki explotaría al año siguiente, mientras que en México comenzaban su trayectoria otros proyectos como BFM, Alemán o MC Davo. Cualquier persona que hubiese estado pendiente de la prensa musical durante aquellos años (y no solo musical) recordará la incesante tralla de artículos con respecto al género, con sus correspondientes debates: ¿Es buena música? ¿Es mala música? ¿Es moral escuchar trap? Allí donde estuvieras, el género estaba en el punto de mira de cualquier individuo mínimamente interesado por la cultura y, aunque controvertido, el mainstream no tardó en fagocitar el estilo.

Así, es bien sabido que las tendencias funcionan como noria (porque son cíclicas) y como montaña rusa: lo que sube muy rápido, baja de la misma manera. El trap se quedó obsoleto en muy pocos años debido a su gran alcance, o su constante discurso, y sus creadores se reinventaron, paradójicamente, mirando hacia el pasado.

El caso de México es especial, puesto que, además, la música urbana de su territorio no ha comenzado a trascender fuera de sus fronteras hasta este mismo año. Hacia 2019, algunos grupos ya experimentaban con el denominado trap corrido: La Plebada sorprendían con “La Galliza”, Grupo Codiciado publicaban su disco “No lo intenten en casa” (Rancho Humilde, 2019) y Alemán hacía lo propio con sus volúmenes de “Humo en la trampa” (Homegrown). Sin embargo, durante la época pandémica y su año previo todos los ojos parecían estar puestos en la escena urbana argentina, por lo que la propuesta artística mexicana tuvo que esperar un lustro para despegar.

Pese a ello, la escena de los artistas anteriormente mencionados sirvió para sentar un precedente estético para los nuevos artistas urbanos: Peso Pluma, Nathanel Cano o Chino Pacas beben de lo que hace unos años se denominó trap corrido o corrido tumbado: la fusión de la música urbana actual con los palos tradicionales del norte de México. Sin embargo, ¿qué es lo que se toma del trap?, ¿qué es lo que se toma del corrido? Aunque se suele atribuir a Nathanel Cano la ‘creación’ del género –con 18 años publicó su disco “Corridos Tumbados” (Rancho Humilde, 2019)– sería más acertado decir que simplemente ayudó a etiquetarlo, pues ya existía una escena efervescente que tonteaba con la fusión de ambos estilos.

En resumidas cuentas, el corrido tumbado es una mezcla de varios estilos, a destacar: el trap, el rap, el reggaetón y otros géneros regionales mexicanos, como el corrido o la norteña. Esto permite que, sobre una base de trap, se incorporen elementos del folklore como el acordeón, el bajo sexto o la redova. Las canciones suelen mantener el hi-hat atresillado y los bajos 808 propios de las canciones de trap, o el patrón percusivo del reggaetón si se acerca más a dicho estilo; sin embargo, los instrumentos orgánicos se superponen en melodías y/o escalas que recuerdan al regional de tradición oral.

A comienzos de este año, el corrido tumbado ha traspasado las fronteras internacionales: Peso Pluma, Junior H o Eslabon Armado se han posicionado como algunos de los artistas más escuchados en Spotify, y las listas oficiales del género en la plataforma superan el millón de seguidores. Además, de la tendencia también se ha hecho eco Billboard en su lista ‘Billboard Hot 100’, en la que Peso Pluma se sigue manteniendo por encima del puesto 30.

Así, nos encontramos frente a un regionalismo globalizado, que reivindica la identidad propia mezclándose con las tendencias populares que recorren todo el planeta. Después de varios años donde las propuestas nacionales eran monótonas o indistinguibles (gracias a la globalización, pueden estar creando lo mismo una persona de Japón y otra de España), el corrido tumbado se une a la fiesta panhispanista del trap urbano, en la cual todos los países hispanoparlantes ven en lo urbano una excusa para investigar sobre las raíces musicales de su país.


Escrito por Marta España | Foto: David Avalos

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