Pearl Jam, una historia de resiliencia contra la maquinaria de la industria musical
Los conciertos que Eddie Vedder y compañía ofrecerán el próximo mes de julio en Barcelona y Madrid nos sirven de excusa para hacer un viaje al pasado y recorrer los hitos de estas leyendas del grunge y el rock alternativo.
Corren buenos tiempos para los fans de Pearl Jam, que además de lanzar el pasado abril su primer álbum en cuatro años, “Dark Matter”, un trabajo producido por Andrew Watt (también responsable del álbum solista que Eddie Vedder lanzó hace un par de años, “Earthling”), también tienen previstos hasta tres conciertos en nuestro país. Primero el 6 y 8 de julio en el Palau Sant Jordi de Barcelona y el día 11 en el Mad Cool Festival de Madrid. Buen momento, pues, para hacer un breve repaso a su intensa historia de grunge, rock alternativo y resiliencia contra la maquinaría de la industria musical.
De las cenizas a un estrellato atípico
Después de la desintegración, en 1990, de Mother Love Bone debido a la muerte de su vocalista, Andrew Wood, Jeff Ament (bajo) y Stone Gossard (guitarra rítmica) formaron rápidamente Pearl Jam, uniéndose a sus filas Mike McCready (guitarra principal), Dave Krusen (batería) y Eddie Vedder (vocalista) como guinda al pastel. Solo unos meses después llegaría su álbum de debut, “Ten” (1991), pieza fundacional del grunge y el rock alternativo en general, además de uno de los discos más grandes jamás publicados en Seattle. El trabajo fue muy aplaudido por combinar el sentido de la ambición del rock de estadios con una suerte de intensidad y rabia introspectiva más propia del post-punk. Himnos como “Alive” o “Even Flow” encapsulaban la angustia existencial de toda una generación y les ayudaron a conseguir de la noche a la mañana una condición de indiscutibles estrellas.
Después le siguieron “Vs.” (1993) y “Vitalogy” (1994) que contribuyeron a hacer de Pearl Jam más un fenómeno que una banda. Pese a enfrentarse con duras críticas por parte de los aficionados del rock alternativo por venderse a la maquinaria corporativa de la industria musical, el grupo de Seattle fue en cierta medida una especie de caballo de Troya. Y es que Eddie Vedder y compañía siempre han rechazado someterse a las exigencias de la música mainstream, negándose a grabar videoclips y, sobre todo, con su famoso boicot a Ticketmaster en un movimiento kamikaze de integridad artística en el que acusaban al gigante de ticketing de prácticas monopolísticas y que les costó millones de dólares. Rolling Stone llegó a decir de ellos que pasaron gran parte de los años noventa “destruyendo su propia fama”.
Contra viento y marea, Pearl Jam consiguieron desafiar a los múltiples cambios de paradigma en la industria musical y los gustos del consumidor con toda una serie de reinvenciones artísticas. Por ejemplo, “No Code” (1996) y “Yield” (1998) supusieron una oportunidad para la banda de coquetear con sonidos como el garage, el art rock y el worldbeat, alejándose cada vez más de los códigos grunge que ellos mismos ayudaron a cimentar solo un lustro atrás. A la postre, fueron menos exitosos comercialmente hablando que sus predecesores, pero a la vez sirvieron para mostrar a una banda comprometida con el riesgo.
Segunda juventud con compromiso
En los dosmiles, Pearl Jam empezaron a experimentar una segunda juventud y parece algo más que casualidad el hecho de que Matt Cameron, que venía de una intachable carrera en Soundgarden, se uniese a sus filas como batería, completando así una formación que se mantiene imperturbable hasta el día de hoy. Y eso que la primera gira, en apoyo de “Binaural” (2000), acabó en tragedia después de que una avalancha en el festival Roskilde se cobrase nueve vidas.
Así, siguieron álbumes como “Riot Act” (2002), “Pearl Jam” (2006) y “Backspacer” (2009) en los que basculaban entre su sonido clásico y nuevas influencias que iban desde el punk hasta el folk. Una madurez, sin duda, encomiable que se benefició de la vista que tuvo la banda a la hora de aprovechar la era digital para buscar nuevos métodos de distribución y potenciar sus épicas actuaciones en vivo, a menudo lanzando bootlegs oficiales de aquellos conciertos. Una manera de estrechar lazos con su audiencia dando al fan grabaciones de alta calidad y de demostrar su entendimiento de las nuevas dinámicas de mercado.
Como se pudo comprobar con el episodio del boicot a Ticketmaster y sus recintos asociados, Pearl Jam siempre han mostrado un compromiso inquebrantable hacia sus principios, ejerciendo a la vez un activismo político por la vía de la música como se puede comprobar en muchas de las letras de Vedder. Por ejemplo, “Jeremy” es un canto a la salud mental en homenaje a un adolescente que se pegó un tiro ante su profesora y alumnos; “World Wide Suicide” es una ferviente protesta contra la guerra de Irak; y “Bu$hleaguer” una crítica feroz contra George W. Bush. La banda ha mostrado su apoyo a diferentes causas como la preservación del medio ambiente, los derechos pro-aborto y los movimientos antibelicistas.
Y aunque en los últimos años sus discos no han sido tan influyentes como los de su etapa imperial en la primera mitad de los noventa, Pearl Jam siguen vendiendo copias como churros: hasta 2018 acumulaban 85 millones de copias vendidas en todo el mundo. Solo un año antes, fueron admitidos a la primera al Rock And Roll Hall Of Fame, la mejor manera que tiene la industria americana de reconocer el impacto y el legado de sus artistas.
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