Olivia Rodrigo, princesa de la nueva generación Disney
Solo puede seguir creciendo
El petardazo de Olivia Rodrigo con su debut “Sour” (Geffen, 2021) sorprendió a muchos. Sorprendió, de hecho, a los mismos despistados a los que volverá a sorprender que su nuevo disco, “GUTS” (Geffen, 2023), la esté encumbrando al nivel de estrellas como Britney Spears, Miley Cyrus o Selena Gomez. La selección de ídolas no es casual: todas ellas pertenecen al árbol genealógico de una Monarquía que ha crecido sobre el suelo de Disney Channel. Y, de hecho, este artículo no solo aborda la figura de Olivia Rodrigo dentro de esa genealogía disneyana, sino que incluso se aventura a una cronología final en la que entender los parentescos de todas estas divas y el papel que ha jugado Disney en la configuración de sus identidades.
El Elemento D
En el año 1983, The Walt Disney Company inauguraba The Disney Channel como un espacio televisivo en el que los niños y los adolescentes pudieran encontrar contenido que les hablara en primera persona. En 1985, Robert W. Pittman creaba la MTV con la intención de enganchar a los que ahora conocemos como “young adults” a un canal especializado en vídeos musicales. Eran los ochenta y se establecían las reglas de la segmentación como base para la ordenación y el consumo (y también para el análisis periodístico) de la cultura. Todo parecía muy claro por aquel entonces: el pop era pop, el rock era rock, el country era country… Y, obviamente, The Disney Channel era de series infantiles y la MTV era de música.
Pero entonces llegaron los 90 y la cosa se empezó a ir de madre hasta tal punto que el pop, a lo mejor, ya no era tan pop sino que era otra cosa diferente. Electro-pop, por ejemplo. O folk-pop, que también existió. Esto también significa que, nadie sabe exactamente por qué, la MTV trasladó su centro de interés desde la música a “otras cosas” (y entendamos aquí “otras cosas” como “programas de gente pegándose hostias, realities sobre playas de extrarradio o series sobre embarazos adolescentes”) y que, de forma paralela, Disney Channel vio el filón de coger la música y añadirla a la estrategia 360º con la que estaba construyendo a sus frankensteins-ídolos para masas, que tan pronto tenían que actuar en sus series como lanzar discos y marcarse tours mundiales.
Disney Channel fue, probablemente, uno de los grandes entes mediáticos en saber que el futuro iba a ser multitarea y que, por lo tanto, los ídolos juveniles fraguados en su parrilla televisiva también debían serlo. ¿Para qué contentarte con sacarle los cuartos a un adolescente con merchandising de una serie de televisión cuando puedes convertirlo en artista musical y sacar más cuartos todavía a base de discos y giras y más merchandising? Así se crearon ídolos como Britney Spears, Christina Aguilera, Justin Timberlake, Miley Cyrus, Demi Lovato, Hilary Duff, Zendaya, Selena Gomez… y, ahora, Olivia Rodrigo.
Lo siento mucho por la parábola hasta llegar a la protagonista de este artículo, pero me parece que es interesante conocer el contexto para entender que el reciente éxito de Rodrigo no ha sido, ni mucho menos, casual. O, como se dice ahora, orgánico. Al fin y al cabo, un rápido vistazo a su biografía deja claro que su vida cambió de forma extrema en el momento en el que fue tocada por el Elemento D (y aquí la “D” es de “Disney”, obviamente).
El caso de Olivia Rodrigo
De padre filipino y madre alemana-irlandesa, Olivia Rodrigo nació el 20 de febrero de 2003 en Temecula (California), aunque acabó pasando su infancia en Murrieta (Riverside) hasta que decidió que quería dedicarse a actuar y se mudó a Los Ángeles. Esta decisión venía avalada por la típica historia rollo “se apuntaba a todas las obras de teatro del colegio como si no hubiera un mañana y, a los 12 años, hasta llegó a salir en un anuncio de Old Navy” (pequeña aclaración: Old Navy no le pega nada a Olivia porque, fundamentalmente, es una de esas marcas de ropa recalcitrantemente americanas aficionadas a las camisas de leñador y a las prendas capaces de convertir a una niña de 10 años en una oficinista de 45 tacos).
Aquí llega el momento en el que Disney entra en la historia: en junio del año 2016, el canal estrenaba “Bizaardvark”, una comedia en la que Rodrigo interpretaba a la guitarrista Paige en lo que es una especie de premonición de su carrera actual (o un verdadero golpe de efecto del despacho de marketing de Disney Channel). Su popularidad fue creciendo sin prisa pero sin pausa hasta que, tres años después, “High School Musical: el musical: la serie” (y prometo que este título no es broma) la hizo literalmente inmensa gracias al papel de Nini Salazar-Roberts (de nuevo, el naming no es broma), una chica a la que intentan relegar a los coros pero que acaba robando el show en la representación de “The Music Man”.
Y ya estaríamos: las bases para la carrera musical de Olivia Rodrigo ya se habían asentado en su carrera televisiva. En el año 2020, la artista firmaba por Geffen e Interscope Records y publicaba su primer single, “drivers license”, que tardó cero coma en expandirse cual pandemia mundial. Le siguieron otros dos éxitos, “deja vu” y “good 4 u”, con los que la artista no dejaba de repetir que su modelo a seguir era Taylor Swift, cuando todos sabíamos y sabemos que su objetivo final es convencernos de que, en realidad, es una Avril Lavigne que no da vergüenza escuchar en público. Una Avril Lavigne con canciones guitarreras de Haim y Lorde, para que nos entendamos.
Estos tres temazos fueron recopilados y acompañados por nuevas composiciones en “Sour”, el debut en largo de una Olivia Rodrigo que no se cansaría de recibir premios como, por ejemplo, tres Grammys, siete premios Billboard Music y cuatro MTV VMAs. La recogida de galardones y la alfombra roja habitual en estos saraos, por cierto, también fue determinante a la hora de añadir a la artista una nueva capa: la moda. Al fin y al cabo, Disney ya había aprendido la lección con Zendaya: las ídolas del siglo XXI también tienen que ser ídolas de estilo. Y hay que reconocer que el estilista de Rodrigo es finísimo en su elección de modelazos que ayudan a construir su personaje de chica roquera (¿existe adjetivo más carca que este?) pero sofisticada.
Dos años después, la artista lanza “GUTS”, un nuevo disco en el que, con tan solo 20 años de edad, sigue dando ostias como panes a la hora de hablar de temáticas tan on point como el suicidio social, la libertad para quedar con tu ex (por mucho que sepas que es un error garrafal) o todos esos vampiros de la fama que solo se acercan a ti cuando eres alguien como Olivia Rodrigo. Porque resulta que el retrato de Olivia Rodrigo, con la ayuda de Disney Channel mediante, está completo y rueda solo… A partir de aquí, solo puede seguir creciendo y creciendo.
Cronología Disney a partir de tres generaciones de Realeza
Ya ha quedado claro que Disney y no MTV se ha acabado por convertir en la fábrica perfecta para manufacturar ídolos 360º con una carrera musical solvente. Y es fácil (e interesante) establecer una cronología de esta factoría a partir de las mayores ídolas de tres generaciones surgidas de Disney Channel.
Britney Spears. Britney fue el principio de todo. La Virgen María de Disney sobre la que se construiría el cianotipo de la factoría: una figura sobre la que se intentó forzar lo divino e inmaculado con tanta intensidad que acabó por romperse. Eso no quita que sus primeros discos definieran el pop masivo en el cambio de milenio y la primera década del siglo 21, y que su incursión en el cine con “Crossroads” sea un clasicazo del kitsch que va ganando un poquito más con cada año que pasa.
Miley Cyrus. Puede que Miley fuera hija de la estrella country Billy Ray Cyrus, pero está claro que su fama viene de “Hannah Montana”, un show de Disney Channel que marcó a toda una generación… y cuyo fantasma todavía debe atormentar a la artista. Curiosamente, después de la “niña buena” de Britney, a Miley Cyrus le tocaba ser la “niña mala”. Y lo fue. Pero nunca subestimes el poder de una fuerza mayor como Disney, capaz de ver el filón en ese nuevo perfil y explotarlo comercialmente.
Selena Gomez. Después de la “niña buena” y la “niña mala”, ¿qué niña toca? Pues está claro: la niña de las redes sociales. La niña que lo hace todo bien y que, sobre todo, deja al descubierto absolutamente todo: sus papeles televisivos, sus discos… pero también sus movidas personales e incluso el dramón de verse afectada por lupus eritematoso sistémico y nefritis y acabar necesitando un trasplante de una amiga.
Todavía es pronto para saber qué tipo de “niña” será Olivia Rodrigo… pero ojalá sea la artista que acabe de una vez por todas con un calificativo tan horrible y paternalista como “niña”. Es lo que toca en los tiempos que corren. Pero seguro que eso ya lo saben en Disney.
Escrito por Raül de Tena || Foto: Nick Walker
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