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María Jiménez: Toda una vida dedicada al arte

Gracias a la vida

“Gracias a la vida”. Esa fue una de las primeras adaptaciones por bulerías que hizo María Jiménez (1950-2023) y marcó la línea de su mano, una vida en la que le sudaba el coño todo, como ella subrayaba en su repentismo. Porque cuando quería era borde, ya sabes, y demostró cuando comenzó que era la mejor en su estilo. Único. Patrona motriz era. Y como en muchos buenos grupos, lo mejor está en sus primeros elepés.

Muy conocida en la Triana donde nació y murió, antes de flamenca yeyé fue la primera gogó en jaula de oro en Sevilla… hasta llegar a convertirse en una de las últimas divas nacionales, envuelta en plumas. Víctima pero también cómplice de la farándula, aquella historia de un tipo canalla y una chica decente se ha convertido en cántico reivindicativo, algo tan difícil de lograr; además con giros y procedimientos privativos a golpe de rasgueo, ¡ay, la rumba sensual!

Sí, cantaba con el cuerpo. Cuando el polifacético productor Gonzalo García Pelayo la vio en un tablao de Sevilla que aún persiste, Los Gallos, fue su droga diaria mientras rodaba su primera película, “Manuela” (1976), entre cuyas sábanas aparece. A partir de ahí, frutos del cancionero hispanoamericano mordidos por su flamenquería jugosa, brotando en chorreantes rumbas y dejando paladear su compás tremendo en volcánicas bulerías. “La Bambino con tetas”. Esa rumba pasional que tantas figuras dio en los años sesenta, de Maruja Garrido a La Terremoto de Málaga, de Amina a Tere de Oro… Cantaoras de rompe y rasga que reclamaron su sitio y abrieron brechas para las imponentes voces y hechuras de su generación, esas Remedios Amaya, La Susi, Laventa… Además de las mujeres de Utrera y su tradición de amoldar cancioneros a sus distinciones; de ello sabía Paco Cepero, cuya guitarra la guió en sus comienzos. Después llegarían a acompañarla Riqueni y otros muchos en sus abrasadores directos.

Con ella ves crecer a una rumba redonda como “En ese más allá”, en época precajonera. Pero son sus acomodaciones por bulerías donde personalmente floto, con unos palmeros de ensueño como los de sus primeros elepés, desde aquel “Gracias a la vida”, de Violeta Parra, la veta chilena de Gonzalo García Pelayo, donde las guitarras brillan en estéreo: el maestro introductor Paco Cepero por la izquierda y Enrique de Melchor. En un arco llegamos a 1992, con la guitarra del velocista Niño de Pura.

Mezclada en una tarde, Gonzalo consideraba “Vámonos” –single de su primer elepé, “María Jiménez” (Movieplay, 1976)– la cumbre en su carrera como productor discográfico. Por encima de “Se acabó”, incluso de Triana y tantos otros. Desabrochando ropas modernas, vulnerable y desnuda por amor, reconoce no entender nada de las clases sociales.

La vamos viendo repetir con José Alfredo Jiménez, pero también con Amancio Prada, cantante en sus antípodas que le llega a musicar un poema de Agustín García Calvo. Se nota el sonido de los setenta en sus tres primeros discos –el citado primer álbum homónimo más “María Jiménez” (Movieplay, 1978) y “Resurrección de la alegría”(Movieplay, 1979)– y comienza la nueva década producida por Gualberto. Su papel de musa ante rockeros versados está documentado en La Gira Histórica: febrero de 1980, con Rafael Escuredo, entonces presidente de la Junta de Andalucía, animando a la participación en el referéndum sobre el estatuto de autonomía andaluz.

En un tris pasa la década serpenteando y sigue haciendo maravillas de bulerías por soleá como “Y dile al amor”, compuesta por el productor que ya es Paco Cepero para el desigual álbum “Frente al amor” (Movieplay, 1981). Dominadora de las revistas del corazón, se dejó producir incluso por un Dúo Dinámico… Hasta que llega la recuperación.

Ascendida al cielo del número uno montada a dúo en La Cabra Mecánica ya en este milenio –con “La lista de la compra”–, al año siguiente llegan las plumas de pavo real: García Pelayo vuelve a producirle un disco, ahora por Sabina, “Donde más duele. Canta por Sabina” (Muxxic, 2002), que fue un gran éxito y cierra el círculo, ya que su primer productor maneja a su letrista favorito. Empoderaíta, se divorcia por segunda vez del mismo canalla, lo denuncia, publica sus memorias y se retira a las costas de Cádiz, mientras “Se acabó” asciende a la categoría de festivo himno LGBTI.

Salen grandes éxitos, le piden un disco y ella lo hace sobre José Alfredo Jiménez, sus comienzos: “Jiménez canta Jiménez” (Muxxic, 2004). Hasta la despedida. A los 70 años graba “My Way” y lo mete en el agónico “La vida a mi manera” (Universal, 2020), su último disco-testimonio con el piano de Jumitus, producido por el guitarrista Bolita, donde se ve arropada por Miguel Poveda, Pitingo y, cómo no, el colaboracionista mayor del reino, Raimundo Amador.

Demasiado corazón

María Jiménez” (Movieplay, 1976)

Con medio disco de canción sudamericana por tangos, a la personalidad de sus adaptaciones se suman dos arreglistas: Paco Cepero y el teclista Carlos Cárcamo, discreto como con Lole y Manuel. Pero el comienzo de su primer disco despista: mellotrones surcan hasta dejar paso a la banda de rock Granada… Pero son solo un par de minutos y al momento deja la marca de su estilo: el Indio Jiménez por rumbas lentas y compás en “Con golpes en el pecho”. Lo hace también con una cabriola en “Te doy una canción”, de Silvio Rodríguez. Interpreta “Gracias a la vida”, de Violeta Parra, sublime por bulerías y, sobre ellas, cogida con alfileres, está la “Canción de amor nº 2”, de Amancio Prada. “Un disco de amor insensato”, decía la contraportada.

María Jiménez” (Movieplay, 1978)

Al fotógrafo Máximo Moreno le bastaba con que mirara a un lado para las primeras portadas, mientras el contenido se vuelve blandengue: Cepero la empuja con cuatro composiciones hacia las baladas de quejío y sudores, se “achavela” entre flácido flamenco-pop, nos priva y solo hay una pincelada por bulerías: “Los celos”. Va cayendo en la estandarización de la rumba, aunque contribuye a ella con un clásico como “Se acabó”, pero tiene un estilo y para él componen. Finaliza diciendo: “Es algo que me ha negado la ley y la sociedad”, en “Si supieras la amargura”. No produce Gonzalo Garcia Pelayo ni se acredita a la sección de ritmo. Un sintetizador pone punto final.

Resurrección de la alegría” (Movieplay, 1979)

Podemos oír un acercamiento a Lole Montoya en la bulería por soleá “Resurrección de la alegría”. Y en otras bulerías, por el contrario velocísimas, vuelve a su querido José Alfredo Jiménez. Y a Gonzalo García Pelayo. Con esa voz, ¿una composición de José Miguel Évoras e Isidro Muñoz a lo Tom Waits?: escucha “Qué quieres que diga de ti”. Y más bulerías rancheras, “Frente a la vida”. Tórridas “Me doy entera” y “Háblame en la cama” son temáticas ardientes con letras de cine S, ya que por entonces no había cine X… Sigue la senda “Se acabó’” con “Si te vas”: “¡Miénteme!”.

Sensación” (Movieplay, 1980)

Por primera vez firma María, junto a su productor, en este caso Gualberto, que le mete por bulería “Que llena mi vida entera”. Con Tacita a la batería, al LP le da título la rumba que Cepero logra meter, con marimba y percusiones de Pepe Ébano. Ojo, hay una letra de Agustín García Calvo, “Libre te quiero”, musicada por Amancio Prada… hasta que entra por rumba. Resalta “Ya me hablarás”, una bulería por soleá de arreglos inusuales por la conjunción Évoras-Gualberto. Y hay una joyita, a palo seco (con charango), grandiosa, Lolita de la Colina por bulerías: “Tu nombre me lo callo”.


Escrito por Luis Clemente

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