Planetas

Los mejores grupos y artistas del indie español

Destacamos los nombres que han marcado (y, en muchos casos, siguen marcando) época.

Por Juan Manuel Freire

¿Por dónde empezar en el indie español? Como con cualquier materia, siempre hay que empezar en los clásicos. Aquí recordamos algunos nombres que han marcado (y, en muchos casos, siguen marcando) época, además de una banda joven pero sobradamente preparada para asimilar y dar nuevas alas a sus influencias. De la delicadeza pop del Donosti Sound a la densidad eléctrica de los primeros Triángulo De Amor Bizarro, de la tristeza bailable de La Casa Azul a las confesiones folk-rock de Nacho Vegas, ofrecemos sonidos y ánimos diversos.

La Buena Vida

La mejor banda bajo el paraguas del melancólico y minimalista Donosti Sound, seguidos de cerca por los más cerebrales Le Mans. Irantzu Valencia y Mikel Izaguirre entonaban con falsa indolencia melodías que parecían haber existido siempre; letras sobre pequeños detalles que marcan. “Qué nos va a pasar” es una de las mejores canciones pop (indie o no) de la historia: la balada de ruptura más dulce del mundo. Para muchos, “Soidemersol” (1998) es su obra maestra, pero le sigue de cerca el semibailable “Panorama” (1999). Lo bueno se acaba pronto, y LBV dijeron adiós antes de tiempo, en 2011, tras fallecer su bajista Pedro San Martín en accidente de tráfico.

Sr. Chinarro

Es el longevo y fértil proyecto (desde 1990 sin descanso) de Antonio Luque, compositor cuya singularidad literaria solo es comparable a su eficacia melódica. Tras su siniestro debut homónimo de 1994 (que no pasó desapercibido para la revista “Melody Maker”), empezó a moldear el verdadero estilo Chinarro (algo más colorido, con letras de punto costumbrista y absurdo) en el monumental “El porqué de mis peinados” (1997). Otras de sus obras clave son el EP “La pena máxima” (2000), de la capacidad emotiva que sugiere el título; “El fuego amigo” (2005), exitoso intento de ampliar público con producción comandada por J de Planetas, como en “El progreso” once años después; la cumbre melancólica de “El mundo según” (2006), o esa especie de cómputo de carrera llamado “Perspectiva caballera” (2014).

Family

Demasiadas bandas siguen adelante un poco por inercia y llegan a quitar peso a su mejor legado a base de no saber decir adiós. El caso de Family es todo lo opuesto: un único disco, “Un soplo en el corazón”, de 1993, les ha bastado para no salir del imaginario indie colectivo en más de tres décadas. Su delicado synthpop ha marcado a varias generaciones de músicos y oyentes y seguramente seguirá siendo descubierto mientras el mundo gire. ¿Canciones? Todas, las catorce que tiene el álbum, pero quizá la popular “Viaje a los sueños polares” (versionada en Technicolor por La Casa Azul) sea su cumbre más indiscutible, una de las mejores declaraciones de amor de la historia del pop.

Los Planetas

O, en otras palabras, El Grupo. ¿Por qué? Pues por sublimar aquello del noise-pop, saberse marcar un disco de concepto (“Una semana en el motor de un autobús”) de alta resonancia generacional o mezclar flamenco con space rock como nadie. Muchos han intentado imitarles, pero es todo un desafío tratar de igualar la capacidad de J (su cantante y líder) para hacer cristalizar sentimientos complejos en letras inolvidables. Su leyenda nunca se apaga y acaba de inspirar una aplaudida película de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez, “Segundo premio”, candidata a representar a España en la carrera por el Oscar a mejor película internacional.

Chucho

Después de sentar cátedra con Surfin’ Bichos, el gran Fernando Alfaro potenció su intuición pop en un proyecto, Chucho, marcadamente más luminoso, sobre todo a la altura de su emblemático disco “Tejido de felicidad” (1999), el del himno indie “Magic”, que compuso para animar a un amigo que agonizaba en un hospital. También en “Los años luz” (2016) perseguía, ya desde el título, dejar atrás una fama de oscuridad que igual no estaba del todo justificada. ¿O sí? Al fin y al cabo, algunos otros de los temas más populares de Chucho se titulan “El detonador EMX-3” y “Un ángel turbio”. Dejaremos lo suyo en una siempre inspirada bipolaridad.

La Casa Azul

El proyecto de Guille Milkyway fue metido en el saco del tontipop durante los años noventa, pero sus canciones nada tenían de simples ni simplemente felices. Eran el resultado de una importante cultura musical y a menudo era fácil detectar una capa subyacente de amargura bajo las capas de azúcar sonoro. En los últimos tiempos, Milkyway ha abrazado definitivamente el melodrama disco en canciones para bailar con lágrimas en los ojos: las recientes “El momento” y “Prometo no olvidar” son verdaderas catarsis emocionales que sirven felicidad pop y puro dolor al mismo tiempo. Solo ha lanzado cinco discos en más de un cuarto de siglo; clara indicación de una loable ansia de perfección.

Nacho Vegas

Tras una temporada como miembro (fundador) de los reivindicables Manta Ray, Vegas inició carrera en solitario y comenzó a dar forma a una de las discografías más ricas de la moderna música en castellano. “Actos inexplicables” (mejor álbum nacional de 2001 para la revista “Rockdelux”) le reveló como cantautor de honestidad brutal. Su torrencial ambición quedó clara en el temprano doble disco “Cajas de música difíciles de parar” (2003), lleno de hallazgos, al que siguieron el más eléctrico y conciso “Desaparezca aquí” (2005) y “El manifiesto desastre” (2008), que en absoluto hacía honor a su título. Más divisiones creó el politizado (o panfletario, según a quién pregunten) “Resituación” (2014), aunque cuatro años después volvía el consenso con “Violética” (2018), alianza inspirada entre su lado más íntimo y el más social. Para algunos, entre los que se cuenta este cronista, nada como su disco a medias con Christina Rosenvinge, aquel “Verano fatal” (2007) en que demostró saber reírse de su propia tristeza.

Triángulo De Amor Bizarro

El ideal ruidoso de estos clásicos actuales se bifurca en dos direcciones: una más rockera (cuando canta Rodrigo Caamaño, también guitarrista) y una más pop, etérea y melancólica (cuando canta Isabel Cea, también bajista). En ambos casos, manda la densidad sonora, aunque en los últimos años TAB parecen haberse empeñado en ir a menos en capas, igual que en distancias irónicas. Álbumes como “oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ” (2020) o el reciente “Sed” (2023) son la obra de un grupo en plenitud de facultades y con pleno conocimiento de sus fortalezas y vulnerabilidades (y sin miedo a enseñar estas últimas).

La Bien Querida

Ana Gonzalez-Villaverde apareció en escena como un pequeño milagro: el suyo era un proyecto, desde el principio, perfectamente formado, con las ideas bien claras y canciones perfectas. Producido y arreglado por David Rodríguez (Beef), su primer disco, “Romancero”, no parecía el primero en absoluto. Su emotiva elucubración sobre el amor llegaba vestida de los arreglos más diversos y límpidos. En el futuro, casi cada nuevo disco del (por un tiempo) dúo traería sorpresas radicales: el post-punk dominó en “Ceremonia” (2012); afropop y cumbia asomaron en “Fuego” (2017), y “Brujería” (2019), primero sin Rodríguez, apuntaba por momentos hacia Lana Del Rey o M83… Bien querida y bien ecléctica.

Cariño

El sueño del indie de los años noventa sigue vivo en Cariño, aunque sus componentes no habían nacido cuando salió el disco de Family. El joven trío madrileño sabe actualizar influencias de la época (de nuestra lista, han citado a La Casa Azul y La Bien Querida, por ejemplo) a base de energía irrefrenable y letras de gran franqueza tanto en lo emocional como en lo más sexual. Ya en el mini-álbum “Movidas” (2018) sorprendía la depuración de cada canción, algo que se repetiría en el álbum-álbum “Cariño” (2022), el del definitivo hit “si quieres”. Deberían ser aún más famosas, pero como me dijeron en “El Periódico”, el mainstream puede dar miedo: “Si empiezas a gustar a mucha gente, es fácil que al crear pienses mucho en el oyente, en lugar de ser totalmente libre”.










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