The Cure

Los 5 mejores álbumes de The Cure

En vísperas de la aparición de “Songs Of A Lost World”, el próximo disco de la banda de Robert Smith, repasamos los mejores LP’s de sus 45 años de carrera.

Por David Sequeda

La reciente publicación de “Alone”, el primer tema nuevo publicado por la banda de Robert Smith en 16 años, acaba de abrir el camino de lo que será su decimocuarto larga duración. El esperadísimo “Songs Of A Lost World” verá la luz en la muy simbólica fecha del 1 de noviembre. Las expectativas, a tenor tanto de lo mostrado en el primer adelanto como de los temas inéditos que The Cure fueron estrenando en su última gira, apuntan hacia un álbum denso y oscuro. Precisamente esta onda siniestra es la que ha predominado en los trabajos más cohesionados del grupo, aquellos que evitaban sus desvaríos más eclécticos para encumbrarse como obras unitarias. Estos son los que consideramos sus cinco mejores álbumes.


Faith (1981)

Tras debutar con el post punk un tanto excéntrico de “Three Imaginary Boys”, en 1979, los Cure abrieron las puertas a la oscuridad en “Seventeen Seconds” (1980), pero llegaron aún más lejos en ese camino con su tercer álbum, que es el que se puede decir que inaugura el estilo más reconocible de la banda. Robert Smith (voz, guitarra y teclados), Simon Gallup (bajo) y Lol Tolhurst (batería) apuestan por un sonido solemne y fúnebre. Lo lóbrego de sus atmósferas (muy bien ejemplificadas por la foto de portada, tomada en una tumba en una abadía inglesa, envuelta en la niebla) le llevó a ser algo incomprendido en su momento, aunque luego se acabó considerando una de las cumbres del rock gótico. También es un trabajo de corte bastante experimental, como muestra el uso de un bajo de seis cuerdas (por ejemplo, en el vibrante single “Primary”) y la ausencia de guitarras en temas como “All Cats Are Grey” (que fue utilizado por Sofia Coppola en una de las secuencias clave de su película “María Antonieta”, en 2006).


Pornography (1982)

“No importa si todos morimos” son las primeras palabras que canta Robert Smith en el disco (en la violentísima y misántropa “One Hundred Years”), y ese sentimiento no decae en ningún momento a lo largo de ocho temas de atmósfera opresiva y desesperada. “Pornography” marcó el final, y la culminación, de la primera trilogía siniestra de The Cure. La leyenda habla de una grabación regada por el alcohol, el LSD y las peleas entre los tres miembros del grupo. Exhaustos tras una gira tan intensa como interminable, se cuenta que Robert Smith estaba deprimido, flirteando con el suicidio y la disolución del grupo. Todos esos impulsos autodestructivos los volcó creativamente sobre las canciones y, afortunadamente, el proceso funcionó como catarsis y dio lugar a una obra maestra. Un dato curioso es que la producción –agresiva, experimental y poco complaciente– corrió a cargo de Phil Thornalley (quien, años después, compondría el hit pop “Torn” para Natalie Imbruglia). Al igual que “Faith”, fue vapuleado por la crítica (todavía más), pero supuso un éxito de ventas, y su primer top 10 en Reino Unido.


Disintegration (1989)

The Cure llegó al final de la década de los ochenta como uno de los grupos clave de la misma. “Japanese Whispers” (1983), “The Top” (1984) y, sobre todo, “The Head On The Door” (1985) y “Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me” (1987) habían girado el guión de su trayectoria y los había llevado por el camino de un pop caleidoscópico, ecléctico e imprevisible. Pero, cuando estaba a punto de cumplir los 30 años, a Robert Smith le sobrevino una nueva crisis existencial y decidió retomar la ética de “Faith”. Al menos, en cuanto al tono y la atmósfera, ya que la producción de “Disintegration” tiene un enfoque más claro y potente, menos brumoso, y, aun manteniendo toda su solemnidad melancólica, las canciones suenan menos esquivas, con una pulsión más pop. “Pictures Of You”, “Lovesong” o “Plainsong”, por ejemplo, encierran una belleza romántica que convirtió al octavo álbum de los Cure en el más querido por sus fans y el más vendido de su carrera. Hoy en día cuesta imaginar que, con canciones como estas, de largas introducciones instrumentales y con una serenidad que va penetrando lentamente, llenasen una gira de estadios en EE UU.


Wish (1992)

Muchos recordarán “Wish” como el álbum que contenía los extrovertidos singles “Friday I’m In Love” y “High”. Realmente es eso, y mucho más. Con una banda en estado de gracia, Robert Smith aprovechó la inercia de la gira de “Disintegration” y lanzó su creatividad en varias direcciones distintas, aunque predomina el tono melancólico, patente en canciones tan desoladas como “Apart”, “To Wish Impossible Things”, “Trust” y la hermosísima “A Letter To Elise” (que también fue single). Hay destellos de psicodelia y unas atmósferas saturadas, incluso ruidistas, que beben de la influencia del sonido shoegaze de aquel momento. En favoritos de sus directos, como “From The Edge Of The Deep Green Sea”, se advierte también la huella de Jimi Hendrix, guitarrista preferido de Smith desde su infancia. Aunque siempre ha palidecido por su cercanía con “Disintegration”, que sigue siendo su gran obra maestra, “Wish” funciona como un compendio de todo lo mejor del libro de estilo de los Cure y es el álbum que marca el final de su etapa imperial. También, todavía, el más vendido de su carrera: fue número 1 en Reino Unido y número 2 en EE UU.


Bloodflowers (2000)

The Cure han estado varias veces al borde de la disolución, pero puede que nunca tan cerca de tocar fondo como a mediados de los noventa. “Wild Mood Swings” (1996) aún se recuerda como el mayor fiasco de su carrera, un disco que los mostró perdidos en un clima cultural marcado por el Britpop, el post-grunge, el trip-hop y el breakbeat. Pero entonces decidieron resurgir en el nuevo milenio volviendo a hacer, una vez más, lo que mejor sabían. “Bloodflowers” recupera el tono melancólico y oscuro. Tal vez consciente de que esta vez el material era algo menos inspirado, Smith decidió optar por darle un aspecto anticomercial y oponerse a publicar singles. Pero sí le mostró mucho cariño como obra unitaria, reivindicándolo e interpretándolo al completo, junto al “Pornography” y el “Disintegration” en unos conciertos especiales en Berlín presentados como “The Cure Trilogy”. También decrecieron conscientemente, planeando una gira por salas pequeñas, donde tomaron el impulso definitivo para recuperar su relevancia y su legado.





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