Halsey

Halsey riza el rizo del pop confesional en su nuevo disco, “The Great Impersonator”

En “The Great Impersonator”, Halsey propone un viaje íntimo entre la vulnerabilidad y la resiliencia, homenajeando a sus ídolos y desnudando su propia identidad.

Por Álvaro García Montoliu

Con su nuevo álbum, “The Great Impersonator”, Halsey vuelve a destacar en el ámbito del pop confesional, un género que ha abrazado con una transparencia poco común en la escena mainstream. Alejada de los filtros y la superficialidad, la artista abre su corazón a sus seguidores, abordando temas complejos que van desde la maternidad y la enfermedad hasta el autoconocimiento y la identidad. En cada pista, no solo rinde tributo a los iconos que la han inspirado, sino que también muestra su propio viaje de autodescubrimiento y transformación. Así, el disco se convierte en un trabajo terapéutico, tanto para ella como para sus fans, ofreciendo momentos de vulnerabilidad cruda y otros de resiliencia y ligereza, en un equilibrio que invita a explorar sus sombras y su luz.

A vueltas con el pop confesional

Hoy en día, y salvo honrosas excepciones como Dua Lipa, prácticamente cualquier estrella mainstream que se precie hace pop confesional y Halsey, que de abrirse en canal ya está más que acostumbrada, no iba a ser menos en su nuevo disco, “The Great Impersonator”. A la artista siempre le ha gustado exponer temas espinosos, como el dolor infligido por relaciones fallidas, sus problemas de salud y su difícil pasado. Aquí, el foco está puesto sobre todo en su viaje hacia la maternidad, pero también su experiencia como superviviente del lupus y una leucemia que casi le costó la vida, enarbolando un discurso de resiliencia e introspección. La desazón, la –delicada– salud y la disfuncionalidad de su familia se exploran aquí con un nuevo sentido de madurez y gravedad. Se explora esto sobre todo en canciones como “Life Of The Spider (Draft)”, Halsey en su apogeo de vulnerabilidad usando la metáfora de la araña para ilustrar sus sentimientos de insignificancia en las relaciones. A veces es duro de oír de lo intenso que puede ser, pero este es un disco terapéutico, tanto para Halsey como para sus fans.


Un tributo a los iconos que la han marcado

El nuevo disco de Halsey ya era un triunfo antes siquiera de salir a la venta por su increíble campaña promocional en la que la artista no solo referenciaba o guiñaba algunos de los iconos que le han servido de influencia, sino que en las canciones acabó personificándose en ellas, rindiéndoles un sentido tributo de considerable complejidad musical en cada una de las canciones. Britney Spears, PJ Harvey, Kate Bush, David Bowie, Dolly Parton, Cher o Björk son algunos de los iconos referenciados aquí, cada uno de ellos con su propia canción que refleja su estilo y espíritu. El gran reto del álbum también está en cómo pasea por el filo de la navaja ante el dilema de adoptar múltiples identidades sin perder un ápice de su personalidad artística. Hay hitos como “Darwinism”, en honor a Bowie, donde explora la evolución y el crecimiento personal, abordando la ansiedad de la transformación y el viaje hacia el descubrimiento de uno mismo.


Lo bueno…

Si has leído hasta aquí sin haber escuchado aún ninguna de las canciones del álbum probablemente te esperes un material oscuro y plomizo. Y, aunque es cierto que este trabajo abunda en temáticas densas y espinosas, lo cierto es que Halsey consigue encontrar un interesante equilibrio entre oscuridad y momentos juguetones y ligeros. Además de ese concepto de tributo central, Halsey adorna las canciones con sonidos que se niegan a ser encasillados en géneros y en las letras siempre abundan las sorpresas, los quiebros creativos. Hay temas como “The End”, que aportan una sensación de esperanza, donde la cantante reconoce el apoyo recibido por una pareja amorosa, convirtiéndose así en un contrapunto inspirador en un disco cargado de angustia y melancolía. Pero lo que mejor ejemplifica ese espíritu juguetón es la campaña visual que acompaña al LP, donde suplanta algunos de sus iconos favoritos, convirtiéndose a la vez en uno de los memes más divertidos de la temporada.


Lo no tan bueno…

Las críticas en general han sido positivas, pero algunos medios han advertido que el concepto de emular a grandes estrellas de ayer y de hoy a menudo lastra al conjunto. Es como si Halsey se torpedease a sí misma, reduciendo a anécdota su influencia y papel en el pop contemporáneo. Estas imitaciones no siempre salen bien, y en el peor de los casos, parece como si la estética se impusiese a una narrativa auténtica, haciendo que algunos temas se sientan huecos, o que la interpretación que Halsey hace de algunos de sus iconos no acabe de captar del todo su esencia. Quizá el punto más bajo se encuentre en “Lonely Is The Muse”, donde la artista lamenta servir de inspiración para ex novios y menoscaba su propia identidad y el éxito cosechado. Es cierto que la propia Halsey ha imitado en “The Great Impersonator” a la Halsey de “Badlands”, pero falta más de esto en el disco para revelar una identidad artística distintiva.


El principio del fin

No sabemos si es una estratagema comercial, pero Halsey ha admitido en diversos foros que éste podría ser su último disco, lo que a la vez aporta a “The Great Impersonator” un sentido de rotundidad y urgencia. Esta posible despedida hace que las temáticas exploradas en el álbum en torno a la identidad y el amor por uno mismo sean más conmovedoras, toda vez que Halsey reflexiona sobre sus luchas internas y su renovada claridad después de la maternidad y, de algún modo, este trabajo le ha servido para cerrar página en diversos aspectos de su vida, incluyendo una relación tóxica que ha marcado enormemente algunos de sus pasajes más oscuros. En canciones como “I Believe In Magic”, la artista toca temas complejos como el hecho de envejecer, la familia, su rol como madre y demás. Hay algo de despedida en algunas de sus letras y, desde luego, mucho de catarsis personal.







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