Ethel Cain publica “Perverts”, su álbum más experimental hasta la fecha
Cercana a la imaginería religiosa que marcó su debut pero con algunos matices nuevos, la cantautora estadounidense Ethel Cain explora personajes marginales dentro de un ambient textural en su segundo LP, desafiando las normas del pop y abordando las contradicciones de su propia identidad.
“Preacher’s Daughter” (2022) fue el primer álbum de Ethel Cain, después de sus EPs “Golden Age” (2019) e “Inbred” (2021). Con éste, se ganó el respeto de la crítica y de un séquito de fans que apreciaban ese sonido de folk oscuro que pudo nacer con “Born to Die” (Lana Del Rey, 2012), pero mucho más gótico y hartamente más experimental: Ethel Cain es la fusión entre la Norteamérica profunda y las vanguardias posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Así, el revuelo de su debut trajo la conversión del proyecto de Cain al universo pop, con sus luces, sus sombras y sus consecuencias sociales. Hayden Silas Anhedönia es, literalmente, la hija de un diácono de la SBC, culto evangelista originado en Estados Unidos. Es la mayor de cuatro hermanos, habla abiertamente sobre ser trans y autista y sigue manteniendo, de algún modo, su vínculo con Dios. Se comunica a través de Tumblr (parece que vive crónicamente en la plataforma) y lo de terminar siendo un personaje público no le agrada demasiado.
Quizá, por eso, “Perverts” es su álbum más experimental hasta la fecha. Anhedönia se ha alejado de la imaginería religiosa (que en este caso no era una mera corriente estética) para acercarse a lo extraterrestre: todo muy celestial, al fin y al cabo. Su LP es un compendio de piezas (muchas de ellas ni siquiera pueden denominarse canciones) de ambient textural cargado de ruido rosa, en parte generado electrónicamente y en parte extraído de algunas grabaciones de campo realizadas en su viaje a las cataratas del Niágara. Aunque su acercamiento a la excentricidad pueda parecer una estrategia para alejarse del foco visible, Anhedönia lo niega confirmando que, simplemente, le gustaba el drone y quería acercarse sonoramente a él.
Así, aunque “Punish” (su único adelanto) o “Onanist” puedan tener una estructura similar al folk gregoriano de sus orígenes, la mayor parte del trabajo es un metraje indefinido de un sonido indeterminado, inicialmente orgánico pero granulado hasta la saciedad, intercalado con fragmentos de spoken word. Es un clúster eterno y a la vez sigue emanando influencias de la música cristiana, como si Lana del Rey se hubiese fusionado con Luigi Nono… o como si ambos fuesen de la mano a misa.
Pese a todo, parece complicado no imaginarse que el gusto por esta vertiente menos accesible no proviene de sus diva issues. No es que Cain haya pensado “sé que esto puede no gustar a todo el mundo y por eso lo hago” pero, quizá, su dificultad a la hora de abordar ciertos aspectos de la fama ha derivado en su interés vanguardista. En cualquier caso, sí que se mantiene esa línea conceptual en torno al cristianismo: a veces Dios encarga la figura de castigador todopoderoso, otras de un ser benevolente. “Houseofpsychoticwomn” repite la frase “I Love You” hasta que se convierte en un susurro, pero el estribillo de “Punish” no para de decir que el amor es un castigo. En esta ocasión, además, la artista busca reflejar diversos personajes que serían considerados unos depravados por la sociedad: “Amber Waves” versa sobre un drogadicto, y la canción de adelanto sobre un pedófilo. Aun así, Cain opina que cada espectador puede resignificar las canciones del álbum hacia los pensamientos que más le plazcan, si bien es complicado poner la mirada en ellas de una forma menos turbia una vez se conoce la inspiración de la autora.
“Perverts” aborda personajes marginales y tabúes de la sociedad, reflejando su interés en desentrañar las contradicciones con las que ella misma convive, como persona de identidad sexual disidente pero hija de un predicador. Entre lo celestial y lo avant-garde, Ethel Cain desafía (quizá sin saberlo) lo que sus devotos esperaban de ella.
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