Eric Clapton

“Eric Clapton’s Rainbow Concert”: maniobra de resurrección

El primer álbum en directo de Eric Clapton es célebre por varios motivos. Por el contexto en que se gestó, por el plantel de músicos que reunió y, sobre todo, porque supuso el inicio de la remontada vital para una estrella alienada y perdida en un laberinto de adicciones y melancolías.

| Por César Luquero

Durante la década de los sesenta, Eric Clapton protagonizó varios episodios decisivos para el desarrollo del blues, el rock y la psicodelia en el Reino Unido. Se fogueó con los primeros The Yardbirds, creció en el feraz semillero de la música británica que fueron los Bluesbreakers del patriarca John Mayall y formó parte de dos supergrupos efímeros que allanaron caminos y levantaron pasiones, Cream y Blind Faith.

En poco más de un lustro y antes de llegar a la treintena, había nacido en 1945, se convirtió en una figura admirada e influyente, estampó su firma en varios trabajos esenciales y adquirió un rango artístico que trascendía lo terrenal –también lo estelar– para instalarse en el ámbito de lo divino: a mediados de los sesenta, pocos cuestionaban el lema de aquel célebre graffiti –“Clapton Is God”– que adornaba algunos muros de Londres. Los primeros años setenta, sin embargo, fueron mucho menos amables con él.

Mercenario y líder

La trayectoria de Blind Faith –el supergrupo que Clapton formó junto al explosivo batería Ginger Baker, compañero en Cream, más Steve Winwood y Ric Grech– fue corta pero muy intensa. En apenas siete meses, el cuarteto registró un álbum homónimo de controvertida portada, actuó en el Hyde Park londinense ante decenas de miles de espectadores y protagonizó una accidentada gira por Estados Unidos que minó la menguante paciencia de sus componentes.

Una vez firmada aquella acta de defunción, durante la segunda mitad de 1969 y los primeros meses de 1970, Clapton se integró en la banda del dúo estadounidense de soul-rock Delaney And Bonnie, tocó en la Plastic Ono Band de John y Yoko e incluso grabó su primer álbum en solitario, “Eric Clapton” (1970), secundado por figuras como Stephen Stills, Leon Russell, Rita Coolidge o Bobby Keys.

Amor no correspondido (todavía)

Aquel primer disco a su nombre no funcionó del todo mal en las listas británicas y estadounidenses, pero Clapton decidió cambiar de estrategia, reunió a algunos de los músicos que habían participado en él –el bajista Carl Radle, el teclista Bobby Whitlock, el batería Jim Gordon, más el guitarrista Duane Allman que participó en calidad de estrella invitada– y formó Derek And The Dominos, grupo con el que publicó “Layla And Other Assorted Love Songs” (1970).


Este canónico doble álbum de blues rock vendió medio millón de copias solo en Estados Unidos, pero fue poco apreciado en su momento por la crítica. El disco incluye una de las canciones más célebres del británico, “Layla”, pieza de largo desarrollo en dos movimientos que toma su nombre de un poema persa del siglo XII con el amor no correspondido como tema central. En realidad, Clapton estaba contando su propia historia, ya que se había enamorado de Pattie Boyd, la esposa de su amigo George Harrison, el guitarrista de The Beatles.

Recordemos que Eric había participado en la canción “While My Guitar Gently Weeps” del álbum blanco de The Beatles y que ese mismo año registró guitarras en el triple LP de Harrison “All Things Must Pass”. Y recordemos, además, que en aquel momento Clapton estaba comprometido con la aristócrata Alice Ormsby-Gore pero había tenido deslices con Paula, la hermana de Pattie, por la que George Harrison –infiel e impasible– también había mostrado un interés ajeno a cualquier decoro. Este laberinto de pasiones desembocó en una creciente adicción a la heroína por parte del superdotado guitarrista, que se impuso un exilio interior de casi dos años en su casa de Surrey. Hasta luego, mundo cruel.


Estrella solitaria

La relación de Pattie Boyd y Eric Clapton tendría un prolongado y turbulento reprise. Se casaron en 1979 –George Harrison asistió a la boda– y se divorciaron en 1989, aunque no pudieron tener hijos. En el primer trecho del largo camino hacia tan deseada unión, Clapton tuvo que lidiar con la obsesión por Pattie, afrontó la pérdida de amigos como Jimi Hendrix o Duane Allman, desarrolló un alcoholismo rampante y parecía incapaz de superar el enganche opiáceo compartido con su patricia compañera: Alice Ormsby-Gore falleció por sobredosis de heroína en 1995, con solo 42 años.

Fue Pete Townshend, cerebro de The Who, quien decidió acudir al rescate. Lo conocía desde los tiempos de Cream y de cuando en cuando se dejaba caer por la casa de Clapton en Hurtwood Edge. Al saber de los problemas de su colega, se propuso arrimar el hombro, reclutó a varios amigos para formar una banda base –todos eran top: Ronnie Wood, por entonces en Faces, luego en The Rolling Stones; Steve Winwood, Ric Grech, Jim Capaldi y Rebop Kwaku Baah, de los redivivos Traffic; Jimmy Karstein, de la banda de J.J. Cale– y organizó un concierto con dos pases en el Rainbow Theatre de Londres para el 13 de enero de 1973, con Clapton de regreso a los escenarios tras dos años de soledad y extravío existencial. Todo un acontecimiento en el que Townshend ejerció como maestro de ceremonias y guitarra rítmica, y que supuso un providencial punto de inflexión en la vida –artística y personal– de nuestro protagonista.

Más allá del arcoíris

“Eric Clapton’s Rainbow Concert” llegó a las tiendas el 10 de septiembre de 1973. Su edición original duraba 35 minutos y contenía seis canciones grabadas en el segundo pase del concierto. Combinaba composiciones de Clapton para Blind Faith (“Presence Of The Lord”), un tema de Traffic (“Pearly Queen”), una versión de la preciosa “Little Wing” de Jimi Hendrix que el británico ya había registrado en el álbum de Derek And The Dominos, una partitura de Clapton y George Harrison que Cream había grabado en el directo “Goodbye” de 1969 (“Badge”) o una pieza de J.J. Cale que Mano Lenta –el mote mundanal de Eric– había adoptado para su primer disco en solitario (“After Midnight”).

El disco fue el resultado de diez días de ensayo y sacó a Eric Clapton, todavía enganchado al jaco, de su voluntario ostracismo. Tras esta afortunada operación de rescate, trabajó para desengancharse, se retiró en el campo para evitar tentaciones, recuperó la forma y grabó un álbum fantástico –“461 Ocean Boulevard” (1974)– que lo puso en el camino de éxitos sucesivos, restaurando así su confianza y autoestima. En 1995, el álbum fue reeditado en versión remasterizada y extendida hasta 14 cortes, incluyendo tomas del primer pase, engrosando el repertorio original con estándares de blues como “Crossroads” (Robert Johnson) o “Key To The Highway” (Charlie Segar), así como canciones centrales en el repertorio del guitarrista: “Layla”, “Bell Bottom Blues” o “Tell The Truth”. Aquella jornada de enero de 1973 fue el comienzo de una nueva vida para la joven estrella del blues blanco.



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