El nocturno y explícito regreso de Quevedo, en “Buenas noches”, su nuevo disco
Analizamos en cinco claves el nuevo álbum del artista canario
El ídolo de la Generación Z acaba de publicar su esperado segundo disco, “Buenas noches”, en el que queda reflejado el brillo cegador de su nueva vida: alfombras rojas, flashes y oro, todo el oro posible. A nivel musical trata de probar nuevas cosas y, como ha dicho su equipo, se dedica a reguetonizar géneros que le atraen. Analizamos punto por punto el lanzamiento, además de la crisis que lo precedió.
1. Entre disco y disco
Justo un año después de la publicación de “Donde quiero estar” (2023), su primer álbum, el que le vio pasar de pibe normal a estrella global, Quevedo se despedía temporalmente de sus fans a través de Instagram, en vivo y en directo: “No soy una máquina –decía–, necesito un respiro. Quería despedirme de ustedes, darles las gracias por lo que han hecho conmigo”. Tras vaciar de contenidos sus redes sociales, desapareció durante nueve meses, un tiempo demasiado largo para estar desaparecido en las dinámicas del pop del siglo XXI.
Hace un par de semanas, en una entrevista concedida a “El País Semanal”, explicaba así sus motivaciones: “Me sentía vacío, sentía que no tenía tiempo para mí, que todavía no había encontrado la forma de llevar una vida con la que estuviera cómodo teniendo en cuenta el éxito en la música. Sentía que tenía que reorganizar toda mi vida para volver con más fuerza”. Antes de adentrarse en el paréntesis, se desahogó con un tema llamado “La última”: “Era imposible que la música te diera de comer/ Pienso mientras entro a un estrella Michelin”, cantaba para comparar su vida de antes y su vida ahora.
2. El concepto
“La última”, por supuesto, acabó siendo solo la última… por ahora. “Buenas noches” contiene la casi barbaridad de dieciocho canciones; una selección de lo que en principio fue treintena. Quevedo asegura querer ser otro pibe más de 22 años, uno que escribe sobre las cosas que pasan a otros chicos y chicas de su generación, pero estos nuevos temas tienen como paisaje un estilo de vida que a muchos les queda lejos. Las palabras clave, según dijo su crew a la prensa, son cosas como “noche”, “alfombra roja", “flashes”, “brillo” u “oro”. Para bien o para mal, esa es la vida de Quevedo ahora y así nos la cuenta.
El “para mal” se recoge sobre todo en la segunda mitad del disco, en la que asoman canciones tristes como “Que [sic] asco de todo” o una “Noemú” con mensaje de voz de despedida incluido: “No fuistes [sic] tú quien cambió, soy yo la que cambié”. Es en momentos así cuando la fama deja de sonar apetecible, aunque todo parece indicar que Quevedo ha aprendido a vivir con ella, a ver el lado positivo de todo lo que le está sucediendo.
3. Productores y sonido
En el álbum no falta el reguetón más o menos familiar: ahí quedan “Por atrás”, “Amaneció” o “Halo”, colaboración con La Pantera grabada hace ya un par de años; así es, Quevedo llevaba tiempo trabajando en este disco. Por otro lado, trata de salir de sus propios cánones de estilo y se dedica a reguetonizar otros estilos, un poco como han hecho Bad Bunny, Rauw Alejandro o Karol G en los últimos tiempos. De la mano de sus cuatro productores de confianza, BlueFire, Garabatto, Gio y Kiddo, explora terrenos cercanos al pop electrónico, el dance-rap o incluso el más arrastrado baladismo. “Creo que nadie puede hacer lo que yo hago así, de esta manera”, decía a “El Periódico de España” cuando le preguntaban cómo lo había hecho para diversificar su sonido sin dejar de sonar a él mismo. “He ido fluyendo y llevando todo a mi terreno”.
4. Nuevos colaboradores
Aunque sus productores son viejos colegas, Quevedo cuenta aquí por primera vez con el ingeniero de mezclas Josh Gudwin (Juanes, Bad Bunny, J Balvin), que se las ha ingeniado para dar a su sonido un nuevo… brillo. Sigue moviéndose en el entorno de las estrellas para las colaboraciones vocales, que corren a cargo de gente como el mismísimo Pitbull (“Mr. Moondial”), Aitana (“Gran Vía”, el “Blinding Lights” de Quevedo, sobre un affair mantenido en secreto, solo por convicción de ella) o Rels B (“Los días contados”). En el intento de recordar cómo empezó todo en la escena urbana actual, abre la puerta a un Yung Beef de voz sorprendentemente melódica y clara (“La 125”). Pero, además, da la alternativa a algún nombre menos conocidos como el dominicano Sin Nombre.
Dice no guiarse por los números a la hora de elegir collabos: “Solo me guío por la gente que me inspira y que me motiva a hacer música”, aseguraba también en “El País”. En la lista de pendientes tiene a algunos nombres que hacen buenos números, como Rosalía, Ariana Grande o Bad Bunny.
5. Idea cruda de romanticismo
Las letras de “Buenas noches” están surcadas de amor y, sobre todo, sexo, o el deseo de practicarlo. “Kassandra” está dirigida a una “sad girl” perdida en la celebridad (“acompañada siempre, pero siempre sola”), a cuyo rescate acude el narrador durante una noche. “14 febreros” habla de un enamoramiento que se remonta a tiempos lejanos y que, al parecer, tendrá “happy ending”: “Y quizá' hoy por fin/ Será el día que entre en ese agujero”, canta Quevedo con una idea bastante cruda del romanticismo. Con el estribillo de “Iguales” casi parece hacer sorna de quienes le tachan de heterobásico: “To’ lo’ hombre’ somo iguale’/ Solo queremo’ montar en un McLaren/ Dinero, mujere’ y abdominale’/ Sé que te duele, pero, baby, es la verdad”. Mejor es el estribillo de “El estribillo”, en la que, en una broma conceptual inesperada, no hay en realidad estribillo y cada oyente puede incorporar la melodía vocal y letra que más guste.
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