Doja Cat o la polémica personificada
Más que pop, más que rap, más que morbo
Por mucho que hits de pop en technicolor como “Kiss Me More” o “Say So” digan lo contrario, en el genoma musical de Doja Cat hay mucho de rap. En los círculos underground hip hop de Los Ángeles empezó a hacer sus pinitos. Pero, en 2019, tras convertirse en un fenómeno viral gracias a un meme a través de su primera canción, “Mooo!”, su carrera se catapultó hasta la estratosfera. Todo ocurrió demasiado rápido: a la altura de su segundo álbum, “Hot Pink” (Kemosabe, 2019) el mainstream ya tenía todos sus ojos depositados en ella. Le siguió la propia “Say So”, con featuring de Nicki Minaj, que se convirtió en el primer dúo de rap femenino en ser número uno del Billboard. Luego llegó ese festín de R&B y pop que fue “Planet Her” (Kemosabe, 2021), que se convirtió en el álbum hecho por una rapera femenina más escuchado en Spotify. De ahí se extrajo ese “Kiss Me More” con SZA que le valió ganar un Grammy.
Solo con todo lo explicado en este primer párrafo ya se entendería la expectativa causada por su cuarto álbum, “Scarlet” (Kemosabe, 2023), que lleva en las tiendas desde el pasado 22 de septiembre. Sin embargo, todo el revuelo tiene más que ver con motivos extramusicales. Y es que Doja Cat llevaba unos meses sembrada en redes sociales. Hace no mucho describió sus dos anteriores discos como “pop mediocre” para “sacar cuartos”. Tampoco tenía palabras bonitas para los versos rap que se colaban ahí, diciendo de ellos que eran “genéricos y horteras”.
Así que con “Scarlet” quería dejar de lado su etapa pop y volver al rap que, ella insiste, siempre ha sido lo que mejor se le ha dado. “He rapeado desde el principio, y realmente no sabía ni cantar para empezar, aunque luego mejoré. Uso mi voz como una herramienta para crear estos mundos, y está bien que la gente piense que no sé rapear”. Lo que no queda claro es si este movimiento hacia el rap responde a una voluntad de demostrar algo a alguien –como si eso realmente le hiciese falta–, el equivalente del tópico de que este es su LP de madurez o la enésima muestra de desprecio hacia el pop. Porque aunque ya estemos en 2023, aún se ve al pop como antónimo de madurez, seriedad y credibilidad.
Pero lo que realmente ha encendido las redes sociales este verano ha sido su continuado beef con sus fans. Una historia, por otra parte, que se alarga desde, por lo menos, 2020. El caso es que, en una serie de mensajes en Threads, posteriormente eliminados, Doja Cat lanzaba dardos a sus seguidores, especialmente a esas cuentas fan que llevaban el apodo ‘kittenz’.
Sin embargo, parecía que este “Scarlet” no iba a estar exento de controversia, al menos a juzgar por su primer adelanto, “Attention”. Sobre una base rap y unos sonidos de cierta influencia jazz, Doja Cat no se deja ninguna polémica por contestar: responde a las críticas sobre su físico volviendo a presumir de trasero, justifica su decisión de abdicar como telonera en la última gira de The Weeknd y afila las uñas contra sus supuestos fans y sus cada vez más condescendientes comentarios. Esto del fandom tóxico, en fin, ha sido siempre una mina de oro musical para los artistas. Porque al final del día, ¿qué hay peor que te traicionen o decepcionen los que dicen que te quieren?
La magnitud de la tragedia se tradujo en más de 500.000 fans que abandonaron el barco, aunque si tenemos en cuenta que Doja Cat cuenta, solo en Instagram, con 25 millones de seguidores el impacto se relativiza. De hecho, la artista parece dormir bastante plácidamente por las noches tras este desagradable episodio. “Viendo a toda esta gente dejándome de seguir me hace sentir como si hubiese derrotado una gran bestia que me ha estado reteniendo durante mucho tiempo. Se siente como si pudiese reconectar con la gente que realmente importa y que me quiere por quien soy y no por lo que fui”.
“Mis fans no se llaman a sí mismos una mierda. Si te llamas a ti mismo ‘kitten’ o puto ‘kittenz’ eso significa que necesitas dejar el teléfono y conseguir un trabajo y ayudar a tus padres con la casa”. Lo que siguió fue una espiral cuesta abajo de ataques a sus seguidores en los que les llamaba locos y que nunca les había querido porque ni siquiera les conoce. Las consecuencias fueron las que cualquier artista temería: miles de fans desactivaron sus cuentas y se despidieron de la red social X.
Esto de que tus fans se pongan nombre no es nada nuevo en el pop (está la Beyhive de Beyoncé, los ‘swifties’ de Taylor Swift, la ARMY de BTS…). Lo que sí es novedad es que un artista los rechace y menosprecie tan abiertamente.
Música más allá del morbo
Por supuesto, quien llegue a “Scarlet” por el morbo saldrá con sus ansias bien saciadas. Pero “Scarlet” es mucho más que eso, también es un disco sin featurings en el que, sin embargo, cada elección de productor es todo un acierto, o un trabajo que, aunque a menudo puede llegar a ser extenuante en su duración, da el tiempo necesario a Doja Cat para que se pruebe todos sus disfraces: aquí hay homenajes a Dionne Warwick, beats boom-bap, R&B melódico, jazz cósmico, además de un gusto impecable en lo que a samples se refiere. Por el disco desfilan ante los oídos más atentos, fragmentos de 2 Live Crew, 10cc, un clásico de la propia Warwick y hasta una frase de ligue del célebre luchador de la WWE Ric Flair.
Desde luego, hay algo de madurez o, más bien, de provocación en este nuevo trabajo que va más allá de eso de cubrirse de sangre en sus videoclips o de que algunas de sus canciones se titulen “Wet Vagina”, “Gun”, “Skull And Bones” o “Demons”. Esta última, de hecho, muestra una agresividad hasta ahora ausente en su carrera. Sobre un beat trap, Doja Cat escupe rimas con la fiereza de los perros de presa del rap. Y es que en “Scarlet” se vuelve a demostrar que ella es más una intérprete que una cantante en tanto que despliega una alucinante gama de técnicas de rapeo que te devuelven a épocas como el boom-bap y el neo-soul.
Aunque no todo es mostrar los colmillos en este disco. Doja Cat también demuestra que algo de saber crear canciones de melodías infecciosas y potencial radiofónico ha retenido de su anterior etapa. Sin ir más lejos, en este álbum también se incluye un tema, “Paint The Town Red”, que tiene todo el potencial para ser un hit definitivo en su carrera. De momento, ya consiguió ser número uno del Billboard y cuadriplica en reproducciones a la segunda canción más escuchada del disco. El sample de Dionne Warwick tiene mucha de la responsabilidad, pero también, y sobre todo, es gracias a la actitud de tener el control total de la situación.
Pero la canción que nos hace pensar que no todo está perdido, que nos recuerda el motivo por el que nos enamoramos por primera vez de Doja Cat es “Agora Hills”, donde la rapera demuestra que sigue sabiendo escribir canciones de amor que dan con una flecha a tu corazón. Detrás de esos fragmentos cómicos casi spoken word que simulan una llamada telefónica entre amigas, la californiana describe de una manera francamente creativa y arrebatadora los asuntos del amor y la devoción. “Scarlet” no es tan redondo como “Hot Pink” y “Planet Her”, pero desde luego es más imaginativo y se escucha como un rayo de esperanza de cara al futuro de su carrera. Un futuro, por cierto, en el que seguirá sin actuar bajo las reglas del juego hip-hop y hará las cosas como le dé la real gana. Brindemos por ello.
Escrito por Álvaro García Montoliu || Foto: Grizz Lee
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