Bad Gyal, una joya entre el estrellato y la vulnerabilidad en su documental
Desgranamos en cinco claves el documental “Bad Gyal: La Joia”, que muestra la doble vida de Alba Farelo
A finales de octubre, y tras su premiere mundial en In-Edit Festival, se estrenó en cines de todo el país “Bad Gyal: La Joia”, un documental dirigido por David Camarero en torno al tortuoso proceso que culminó el lanzamiento de su tardío álbum de debut. Aquí repasamos algunas de las claves de un filme que no solo muestra el brillo de su éxito, sino también el alto precio de la fama y las contradicciones que hacen de Bad Gyal una figura única.
La dualidad entre Alba Farelo y Bad Gyal
En tiempos de redes sociales, de sobreexposición de estrellas pop en perfiles de Instagram o TikTok, algunos podrían discutir que el documental musical ha quedado un tanto obsoleto. Nada más lejos de la realidad. “Bad Gyal: La Joia” es una mirada a la faceta más personal de Bad Gyal o, mejor dicho, una puerta al alma de Alba Farelo. Porque sí, además de mostrarla en eventos públicos de alto perfil como alfombras rojas o acompañando sobre el escenario a Karol G, también la vemos en sus momentos de máxima vulnerabilidad, enfrentando la presión y la frustración que el retraso de su álbum, “La Joia”, le provoca. Las escenas muestran su lado más humano y cotidiano, permitiendo a los fans ver sus preocupaciones y aspiraciones lejos de los flashes. Alba quiere ser la estrella Bad Gyal, pero también una chica de Vilassar de Mar que sigue manteniendo sus costumbres y su círculo cercano. Esta dualidad hace que su personaje crezca en complejidad y humanidad, ofreciendo una imagen menos idealizada y más auténtica que acerca a la artista al público, resaltando sus contradicciones y su esencia única.
La frustrante espera por el lanzamiento de su álbum de debut, “La Joia”
Titulándose como se titula, cualquiera hubiese esperado generoso metraje de Bad Gyal en el estudio para hacer ver al espectador una suerte de diario visual en torno a la creación del disco. Pero la Farelo si algo nos ha enseñado es a esperar lo inesperado, y en este caso, “Bad Gyal: La Joia” es más bien rácano en cuanto a imágenes de este tipo y, la verdad, casi mejor. Porque como decíamos en el anterior punto, el tema central del filme va más bien sobre la ansiedad que genera en la del Maresme el continuo retraso del álbum, algo que le puso en el punto de mira y fue objeto de críticas de todo tipo, incluso por parte de sus fans. Así, entendemos que la demora no se debió ni a pereza ni a exceso de perfeccionismo, sino más bien a cuestiones legales, cambios de estrategia y el inesperado éxito de algunos singles como “Chulo pt. 2”. La demora representa un obstáculo que escapa a su control y contrasta con su deseo de lanzar la música que había creado y pulido personalmente. Alba Farelo, quien ha tomado decisiones creativas en su carrera desde sus inicios, se encuentra aquí atrapada en una maquinaria de la industria musical que impone sus propios tiempos y limitaciones.
Tenemos que hablar de Alba… Blasi
Hay que decirlo, ha nacido una estrella y, no es por desmerecer a Bad Gyal, pero realmente la sorpresa y el descubrimiento de este documental lo protagoniza otra Alba, Blasi, su mánager. Uno de los puntos fuertes del filme de David Camarero es el descubrimiento de Alba Blasi, más que una mánager una amiga, una fiel escudera. Desde los inicios de su carrera, Blasi ha estado siempre al lado de Badgy, guiándola y apoyándola en los desafíos de la industria. El documental muestra cómo Blasi no solo maneja la logística, sino que también es el faro emocional de Farelo, alguien en quien puede confiar en medio de la presión y el caos. La relación es genuina y cómplice, trascendiendo lo profesional. Juntas enfrentan unos obstáculos que pueden dinamitar su relación, especialmente ante la presión de las redes sociales y el reto de mantener la autenticidad en una industria donde la imagen y las apariencias son esenciales.
Una mirada al precio de la fama y la presión de la industria
Los problemas de Bad Gyal, tal y como se refleja en el documental, van más allá del retraso en la fecha de lanzamiento de “La Joia”, su álbum de debut (tardío). El filme es, en definitiva, un retrato a veces crudo de lo que significa ser una estrella pop en pleno 2024. Ya sea en eventos de moda, entrevistas, preparándose para grandes shows o haciendo sentadillas en el gimnasio, David Camarero, su director, nos muestra su vida frenética, haciendo que la artista esté al borde del colapso emocional. Aunque Bad Gyal es la encarnación del glamour y el éxito en el escenario, detrás de cámaras se la ve exhausta, desbordada por los compromisos y decisiones que parecen alejarse cada vez más de la música. La vemos, de hecho, más veces con el rostro alicaído y contrariado, que feliz y empoderada como su imagen en redes sociales sugiere. Entre el brillo y el reconocimiento, el documental invita también a reflexionar sobre el alto precio que estrellas como ella pagan al ceder control a una industria que, para mantener la relevancia, impone una imagen perfecta a costa de la autenticidad y la salud mental.
Bad Gyal siendo Bad Gyal
No nos gustaría terminar este artículo sin hacer un repaso a sus mejores frases, aquellas que la definen como una de las estrellas más auténticas e singulares de la escena pop nacional e internacional. Como, por ejemplo, cuando habla de sus club de fans:
“Yo he tenido varios fans locos. Ya lo sabemos todos que hay topos entre los fans de Bad Gyal, que van de fans y me desean lo peor”.
O, en medio del rodaje de un videoclip:
“¿Tienes las gafas? Amores, estad pendientes. Estoy aquí entaconada, joder, tío, yo también quiero comerme una pizza”.
Ofendida después de que en una entrevista en la televisión americana le pidan cubrirse los hombros y no abrirse tanto de piernas:
“Luego entras en Instagram y ves a 50.000 pavas bailando en tanga con el chocho en la cara y esto se censura”.
Cuando alguien de su equipo se deja en un hotel sus porros:
“Yo no quiero marihuana. Lo que quiero son mis putos porros. WTF tío”.
En medio de la semana de la moda de París:
“Estoy hasta el puto coño de la Fashion Week, de ver peña con traje, de ver gente guapa, de ver esta mierda todo el rato, quiero ir al puto monte con el camping gas a hacerme una patata hervida y fumarme un porro”.
Tras comprarse un reloj obscenamente caro y en alusión a una broma que le hace un miembro de su equipo en torno a sus pechos:
“Apártense que ya no soy choni, que tengo mi Cartier”
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