James Blake y Lil Yachty

“Bad Cameo”, las tierras intermedias de James Blake y Lil Yachty

Analizamos en cinco claves el primer disco conjunto del productor británico y el rapero de Atlanta, una mezcla de rap alternativo, ambient pop y una etérea –y confortable– experimentación

Por Diego Rubio

Un post de Instagram sirvió para confirmar brevemente una de las noticias más locas del año: Lil Yachty, apenas un año después de marcarse ese regate al hip hop que fue “Let’s Start Here.”, su viraje al rock psicodélico abrazando los estribillos pensados para llenar estadios, había terminado de grabar un nuevo disco, completo, con el productor británico James Blake. Lo que iba a ser solo una sesión de estudio se convirtió en una maratón, con los dos artistas disfrutando de un mood muy reflexivo y al mismo tiempo frenético que cristalizó pronto en las diez canciones que finalmente dan forma a “Bad Cameo”. ¿Consiguen fundir los dos sus estilos en simbiosis? ¿Se pisan, se molestan? ¿Se complementan? Lo analizamos en cinco claves…

1. Backgrounds en contraste

James Blake y Lil Yachty pueden tener cosas en común solo si abres mucho el espectro comparativo: el uno viene de una trayectoria redefiniendo las posibilidades del soul blanco con las herramientas que aprendió del post-dubstep y de la tradición UK bass; el otro ha performado desde el mumble rap la carrera de una rockstar, provocadora hacia los cánones raperos y en cierto modo iconoclasta, como demuestra una última referencia que le ve abrazar sin renunciar a su personalidad el rock psicodélico. Pero en “Bad Cameo”, sorprendentemente, logran escapar hacia un territorio más indeterminado y, sin dejar de sonar a sí mismos, reconocibles y familiares –la belleza etérea, una ambientación de sutil pop experimental que busca siempre la sublimación a través de elementos que sorprenden por su normatividad y ese protagonismo ultramelódico–, habitar un nuevo universo interseccional.


2. Organicismo en la extrañeza

Mientras Blake explora en sus trabajos propios su faceta más muscular y amenaza con un reboot de su primera etapa en CMYK –ya puede escucharse un primer EP–, y acostumbrados a que sus producciones de rap tengan más que ver con productores bombásticos como Metro Boomin, Travis Scott o Labrinth, “Bad Cameo” sorprende por explorar una paleta más ambient, más onírica, que captura la psicodelia de Yachty sin ser psicodélica per se, y que dibuja mundos orgánicos con un enfoque puramente digital. Su alma post-dubstep, eso sí, asoma en “In Grey”, y su versión más pop-rapera se revela en “Woo”.



3. Producción de altura (cómo no)

Aunque a James Blake le está costando hacerse a una madurez de millonetis (esas declaraciones diciendo que “odia”, literalmente, el saxofón en la música; imagínate cuánta peña le dijo a él hace 10 años que odiaba el Auto-Tune), es indiscutible que es uno de los productores más importantes de la última década, y “Bad Cameo” es otra demostración más… aunque con truco: la tercera pata del proyecto, en la sombra, es Dom Maker, de Mount Kimbie, viejo socio de Blake en su periplo angelino, que mima cada una de las sutilezas electrónicas que recorren el álbum, incluidos esos pulsos downtempo que también compartían ambos productores británicos en su prime, y que lo hacen bascular entre la pura introspección y una dimensión más bailable.


4. La psicodelia en la introspección

Dice Blake que una de las cosas que más le impresionaron de trabajar con Yachty, también motivo desencadenante de la decisión de llevar la colaboración hasta el punto de grabar un disco, fue su velocidad sobrenatural para sacar una melodía y un esbozo de letra de unos pocos minutos de sesión. En ese flow en el que entraron en el estudio, casi febril, de soltar beats y samples sin apenas una segunda vuelta y de convertirlos rápidamente en canciones, sin mucha alquimia, el rapero de Atlanta brilla ofreciendo un lado mucho más introspectivo y vulnerable, espoleado por esos efectos y sintetizadores que contribuyen al viaje, a veces con su voz natural y otras embadurnada hasta arriba de un Auto-Tune superpitcheado.



5. Sugerencia, romanticismo, sensualidad

Otra de las consecuencias de esa especie de trance de estudio son los temas, como “Run Away From The Rabbit” o “Red Carpet”, que abrazan su naturaleza de gran balada soul, calentitos en su frialdad electrónica, con los dos fundidos en lamentos y en melismas de Auto-Tune. Así, disfrutando de sí mismos y disfrutando del otro, ascienden en otras composiciones más físicas, como “Missing Man”, que también parte de una premisa post-dubstep pero llega a territorios más cercanos a la idea de pop que imagina Yachty, o “Twice”. Canciones bonitas, sensibles, románticas, ligeramente bailables y con ese ánimo interior de gritar a pleno pulmón. Para enamorarse en voz baja.


Foto: Quality Control Music/Motown Records


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